Orquesta de Córdoba | Crítica

Ilusión y belleza para la nueva temporada

La Orquesta de Córdoba, en su concierto de presentación de temporada.

La Orquesta de Córdoba, en su concierto de presentación de temporada. / Juan Ayala

Con un interesante y amenísimo programa, el maestro Carlos Domínguez-Nieto fue desgranando el sábado las claves de la nueva temporada de la Orquesta de Córdoba. Y lo hizo en el Teatro Góngora ante un público entusiasta y muy atento, a pesar de las circunstancias a que obliga la nueva normalidad: mascarillas, reducción de aforo, distancias de seguridad…

El comienzo fue un ejemplo impecable de lo que Domínguez-Nieto consigue con nuestra orquesta: una interpretación vibrante y magistral de la deliciosa obertura Las criaturas de Prometeo de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Tras ella, el director anunció algo grande: la Missa Solemnis del genial compositor de Bonn sonará el próximo mes de abril constituyendo el contenido del octavo concierto de abono.

La segunda obra de la velada fue otra maravilla: los cinco bocetos húngaros de Béla Bartók (1881-1945) son un derroche de imaginación y buen gusto; a la par, de modernidad y amor por las raíces folclóricas, explícitas especialmente en el último número: la Danza del Porquero.

La Orquesta de Córdoba, guiada sabiamente por la batuta de su director, ofreció una buena lectura de esta obra no exenta de complejidades. Fiesta húngara se titulará, por cierto, el quinto concierto de abono, que tendrá lugar a mediados de enero.

El Paseo musical en trineo, compuesto por Leopold Mozart (1719-1787) para el carnaval de Augsburgo, sirvió para presentar el interesantísimo programa educativo de la Orquesta, desarrollado especialmente a través de la serie de Conciertos en familia, y desmenuzado con palpable ilusión por Domínguez-Nieto en la que quizás fue su intervención hablada más larga de la noche.

Una versión (quizás un puntito falta de vigor y precisión rítmicos, aunque muy bien fraseada) del Polo gitano de las Escenas andaluzas de Tomás Bretón (1850-1923) dio pie a la pormenorizada explicación de las propuestas de obras de España que prepara la Orquesta para esta temporada.

Carlos Domínguez-Nieto destacó la cantidad de música española que la Orquesta aborda y que encontrará acomodo en conciertos como el segundo de abono (dedicado a la canción española con Pablo García López como solista), el décimo (Fantasía española) y los especiales del Día de Andalucía y Noche de Zarzuela, allá por la feria de mayo.

Y llegó el plato fuerte de la noche. Aunque en esta temporada no habrá producciones de ópera, sí que es posible que se programe alguna en versión de concierto. Y sirvió de metáfora una obra instrumental que tiene mucho que ver con la ópera: El Idilio de Sigfrido de Richard Wagner (1813-1883), magníficamente introducido en sus claves contextuales por el director, y también muy bien dirigido y muy bien tocado por los profesores de nuestra orquesta. Da igual el número de veces que se haya escuchado esta joya; siempre parece sentirse uno sobrecogido "por el sonido de una música nueva, maravillosa y desconocida", como escribiera en su diario Cósima Liszt, la destinataria de la obra.

Como apetecía un final más festivo y como tampoco convenía (por las circunstancias sanitarias) alargar en exceso la velada, Domínguez-Nieto, que ya había anunciado la partitura de Wagner como última de la velada, abordó sin dilación la que seguramente estaba destinada a ser propina: la célebre polca Tris-Tras de Johann Strauss hijo, que arrancó larguísimos aplausos y varias salidas a saludar del que fue merecido protagonista de la velada, en su doble y afortunada condición de director y programador. Esta última pieza nos recordó que también habrá un Año Nuevo. Y su concierto.

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