Perfectos desconocidos | Crítica de teatro

El valor y la amistad

Una escena de 'Perfectos desconocidos'.

Una escena de 'Perfectos desconocidos'.

Finaliza el mes de Mayo Festivo para nuestra ciudad con algo de menos pena que el anterior, pero sin mucha más gloria que añadir a este largo año de vida a medio gas que deseamos con toda fuerza despedir y el IMAE lo culmina este fin de semana con una producción de las que completaba el aforo de antes, cuando podíamos estar más juntitos. La adaptación a escena de Perfectos desconocidos llegó al Gran Teatro para el disfrute del respetable que acudió a verlo.

La versión teatral firmada por David Serrano y Daniel Guzmán recoge con gran acierto la versión cinematográfica original e italiana de Paolo Genovese y la adaptación que posteriormente realizó Álex de la Iglesia.

Siete personas se reúnen a cenar para rendir homenaje a su antigua y fraternal amistad, esa que tanto profesamos en nuestra cultura mediterránea llena de campechanería. Sin embargo, la previsión de jolgorio y buen rollo se va desvaneciendo conforme avanza la velada por culpa del inocente juego de colocar los móviles sobre la mesa para escuchar y leer todo el grupo lo que a cada comensal le llega. El juego revelará como los amigos no son tan amigos, las parejas no son tan parejas y que la mejor forma de mantener tales facetas en armonía es a través del engaño.

Daniel Guzmán asume también el reto de dirigir la producción y resuelve con buena nota ofreciendo una propuesta muy fresca y dinámica, dotando de intensidad justa a cada situación tanto cómica como dramática. También ha sabido rodearse de un reparto que magníficamente se presta a colaborar en grupo.

Inge Martín, Álex Barahona, Olivia Molina, Juan Carlos Bellido, Elena Ballesteros, Bart Santana e Ismael Fritschi logran la difícil tarea recrear sobre las tablas una reunión distendida, con el aparente embrollo que en la vida real surge en estas, pero con la disciplina propia del profesional que sabe escuchar e intervenir a favor del colectivo sin caer en el vicio de apropiarse del foco cuando no le corresponde. Juntos hacen reír y también conmueven cuando la cosa se pone seria. Así, el público terminó encantado y en pie aplaudiendo su gran labor al finalizar la representación.

Corren nuevos tiempos para aquellos cadáveres que celosamente guardábamos en el armario. Hoy los móviles y su infinidad de prestaciones se han convertido en el almacén donde confiamos todo aquello que incluso no podemos confesar a quienes tenemos más cerca por temor a herirles o perderles. Detrás de esos secretos se esconde otra realidad más incómoda, la que a pesar de intentar ocultar también forma parte de nosotros. Como ocurre al entrar al teatro, hagan caso y desconecten sus teléfonos más a menudo.

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