Un trozo de la historia del cine subió al escenario del Gran Teatro el pasado viernes de la mano de Mario Gas y su versión de La Strada, del gran Federico Fellini.

El texto adaptado de Gerard Vázquez comprime la acción centrándose en el trío protagonista. Zampanó, Gelsomina y El Loco son personajes atrapados en una realidad marginal.

Sus existencias son metáforas a una vida que se ríe de nuestras ilusiones y ante la que hay que protegerse de la mejor forma: Zampanó envuelto en la coraza ruda e insensible, El Loco arropado de verborreas y bufonadas. Solo Gelsomina con su inocencia es capaz de absorber ambos extremos y dejarse llevar, pero, al igual que estos, el cruel destino la condena a vagar sola. 

Muy difícil resulta llevar a las tablas una película. Mario Gas saca del enorme baúl que la experiencia proporciona los recursos necesarios para transportar la obra al lenguaje escénico y evitar agravios comparativos.

Muy difícil resulta llevar a las tablas una película

Acompañado del excelente equipo artístico confecciona un montaje plagado de exquisitez gracias al cuidado de la escenografía, combinada de proyecciones y claroscuros.

El conjunto logra recrear los diferentes espacios para el trabajo del trío de clowns que forman Alberto Iglesias, Alfonso Lara y Verónica Echegui. Juntos transitan por el drama con solvencia y verdad en sus interpretaciones. 

El punto menos favorable quizá sea la extensión de silencios que provocan descenso del ritmo.

Con La Strada, Fellini nos abre los ojos para ver el mundo como un circo donde, en la mayoría de los casos, la necesidad obliga a salir ante el público y actuar.

De nosotros (debemos ser optimistas y pensarlo así) depende  sacar el mejor partido al show que presentamos. No hay que olvidar pasar la gorra al final. Así  descubriremos si acertamos o no. Comienza el espectáculo.