Ghost, el Musical | Crítica

Más allá de un musical

Ricky Merino y Cristina Llorente, en una escena de 'Ghost , el musical'.

Ricky Merino y Cristina Llorente, en una escena de 'Ghost , el musical'.

No hay nada mejor que encontrar colgado el cartel Localidades agotadas en la taquilla del Gran Teatro y, si este alude a un espectáculo que va a realizar siete funciones, la alegría se multiplica. Así ha ocurrido este fin de semana y Ghost, el Musical es el responsable directo de la hazaña.

Con libreto de Bruce Joel Rubin, quien también firmó el guion de la película y recibió el Oscar por dicho trabajo, el musical que se estrenó el año 2011 en Reino Unido ha sido representado por medio mundo hasta que LETSGO decidió en 2019 que era hora de llevarlo a la Gran Vía. Tras el parón pandémico y su reactivación en la escena madrileña, se lanzan en gira por los escenarios españoles.

La historia presenta a Sam, el prototipo de hombre ideal: joven, guapo, con muy buen trabajo, honesto, fiel a sus amigos y una novia estupenda de nombre Molly que es artista, además de guapa. Cuando todo parece que les va a ir de perlas, un ladrón atraca a la pareja y Sam es asesinado. En lugar de abandonar este mundo, su espíritu queda atrapado en nuestra dimensión y descubrirá como su muerte no ha sido fruto de una mala coincidencia. A partir de ahí y con ayuda de Oda Mae, una médium estrafalaria, intentará proteger a Molly y castigar a los culpables del crimen.

Llevar a teatro algo que en su momento impactó al espectador en las salas de cine requiere una gran dosis de creatividad que al mismo tiempo vaya acompañada de todos los recursos técnicos que posibiliten la magia de representar un thriller sobrenatural. En este caso ha sido así. Durante algo más de dos horas disfrutaremos de la vertiginosa puesta en escena que cuenta la producción: 41 cambios de escenografía, coreografías, efectos especiales, música en vivo e iluminación impecable.

Un envoltorio de lujo donde 17 artistas despliegan toda su energía, creando un espectáculo vibrante y dinámico que nos desborda, donde por razones obvias se privilegia la capacidad vocal, con unos impresionantes Ricky Merino (Bustamante actuó en la función anterior), Ana Dachs y Christian Sánchez a la cabeza del trío protagonista Sam/Molly/Carl, junto a la muy destacada interpretación de Ela Ruiz en el papel de Oda Mae, que brinda con exquisitez el contrapunto cómico necesario que sostiene la trama. Trabajo brillante que mereció la ovación del patio de butacas al finalizar la representación.

Para el público que en su día acudió en masa a ver en la gran pantalla como Patrick Swayze y Demi Moore moldeaban la arcilla en el torno a ritmo de Unchained Melody, esta ha sido una cita ineludible. Rescatar esas emociones que marcaron a una generación que ahora peina canas, las tiñe o al menos desearía conservar es algo por lo que merece la pena comprar una entrada, siempre que el bolsillo lo permita. La nostalgia y su precio.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios