La casa de Bernarda Alba | Crítica de teatro

La moral que confina

Una escena de 'La casa de Bernarda Alba' en el montaje dirigido por José Carlos Plaza.

Una escena de 'La casa de Bernarda Alba' en el montaje dirigido por José Carlos Plaza. / Marcos Gpunto

El eco incesante de las circunstancias extrañas que vivimos hacen mella de una forma u otra en la perspectiva de cualquiera y quien acudió este fin de semana al Gran Teatro sin duda tuvo la oportunidad de experimentarlo. La casa de Bernarda Alba abrió sus puertas al público, que agotó localidades.

Federico García Lorca nos sumerge en una realidad que a día de hoy es impensable en la sociedad actual. La muerte exigía rigor para los familiares del difunto y si eras mujer prácticamente quedabas condenaba al aislamiento. Bernarda Alba es la representación de aquella moral exacerbada.

El deceso de su esposo obliga a cumplir un luto de ocho años para ella y sus cinco hijas, las cuales ven truncada la posibilidad de realizarse. Recluidas en casa, intentan aferrarse al clavo ardiendo que dé alas a sus deseos de escapar y Pepe el Romano lo simboliza. Él representa un nuevo patriarcado capaz de romper las cadenas del anterior y al que estas mujeres desesperadas se a ferran a sabiendas que sus eslabones se sustituirán por otros.

De sus ilusiones germinarán celos y rivalidades capaces de romper el cariño que se profesan y el precio a pagar al dejarse arrastrar por la pasión les conducirá a la locura o el suicidio. El desenlace fatal no hace más que reforzar el antagonismo cruel de Bernarda Alba, imponiendo silencio a sus hijas muertas en vida.

Plasmar con fidelidad esta obra universal de Lorca conlleva un gran esfuerzo. La riqueza psicológica de cada una de estas mujeres y sus relaciones entre ellas han sido perfectamente plasmadas bajo la enorme dirección de José Carlos Plaza otorgando el toque preciso y lógico para que la acción natural se desarrolle, ayudado por el magnífico encuadre que otorga la escenografía de Francisco Leal y el vestuario de Gabriela Salaverry.

Juntos aportan la ambientación necesaria para que ocho grandísimas actrices interpreten a sus respectivas mujeres. Ana Fernández, Luisa Gavasa, Ruth Gabriel, Zaira Montes, Rosario Pardo, Montse Peidro, Marina Salas y Consuelo Trujillo no defraudan en cada una de sus intervenciones sin dejar vacía la escena un momento alguno.

Reunir tanto talento sobre el escenario y que al mismo tiempo prevalezca la historia entregándose con generosidad es un detalle que las dignifica como auténticas profesionales. Esa magia que fraguaron en conjunto levantó del asiento a todo el público asistente, obligándolas a permanecer visiblemente emocionadas un largo tiempo recibiendo el aplauso merecido.

"Qué dirán". La sentencia demoledora que subyuga voluntades, cimenta prejuicios, suprime deseos. ¿Cuántas veces la hemos escuchado o ha salido de nuestra propia boca? El peso de la moral siempre ha caído de forma desigual y a la mujer históricamente le ha tocado sostener más carga. Las palabras de Bernarda Alba nos recuerdan el eco de un tiempo que no puede volver. Nunca jamás.

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