La búsqueda de la felicidad

Literatura

Nicolás Casariego ironiza sobre las paradojas de la condición humana en la actualidad a través de un personaje que aspira a la satisfacción y prosperidad emocional

Nicolás Casariego.
Fernando Larraz

02 de agosto 2010 - 05:00

Antón Mallick quiere ser feliz puede resumirse diciendo que es una novela sobre la felicidad. Lo anticipan ya el extravagante título y elementos que rodean al texto como la ilustración de la portada o la frase que contiene la faja del libro («¿Quieres ser feliz? Entra en la web www.quiereserfeliz.com»). Parece anticipar todo ello un libro de autoayuda escrito por un iluminado o bien una novela bienintencionada, optimista, con final feliz y pésima factura literatura. Pero también provoca curiosidad porque pertenece a una prestigiosa colección de novela que no suele publicar este tipo de libros. Cuando comenzamos a leer la obra, enseguida confirmamos que se centra en un tema único alrededor del cual gira la construcción de los personajes y su historia. A priori esto también resulta desalentador porque limita su complejidad. Sin embargo, pese a todos estos indicios negativos, Nicolás Casariego logra dar con un tono ligeramente distanciado y burlón, nada solemne, que lo invalida como recetario para lograr la felicidad y en el cual reside la clave de su buena fortuna literaria.

El Antón Mallick que quiere ser feliz es descendiente de un húngaro que se instaló en Madrid en el siglo XIX y que hizo una regular fortuna. Trabaja como agente de seguros y vive desesperado desde la muerte de su mujer unos años atrás, víctima del ataque de un alienado. El libro es una suerte de diario que Antón ha iniciado a partir de su resolución de ser feliz. En él vierte las enseñanzas que le brinda su experiencia cotidiana así como breves y a veces perspicaces reseñas de sus lecturas en torno a la felicidad de autores tan variados como Montaigne, Leopardi, Voltaire, Bertrand Russell, Epicuro, Pessoa, etcétera. A partir de su experiencia, Mallick se da cuenta de la mayor lucidez de los pesimistas y de la idiocia de los optimistas y siente una paradójica alegría cuando lee a los primeros. Pero lo más interesante es el reflejo de su vida cotidiana y la interpretación que le va dando a cuanto vive, sobre todo, a su extraña relación con sus familiares y a los sucesos que le ocurren tras averiguar de una forma un tanto brusca que va a ser padre.

Nicolás Casariego ha hecho un encomiable esfuerzo de originalidad y el resultado va en el camino de lo que puede ser una gran novela: poner en negativo las paradojas de la embrollada condición humana en este fin de la modernidad. En este caso, se centra en una clave concreta, la de la felicidad humana, que aquí aparece como enigma a resolver, ya que Antón Mallick se pregunta y nos pregunta constantemente qué ha de hacer para hacerse con ella. La felicidad se viste de afectos contradictorios por su hermana, por sus amigos, por su virtual hijo y por sí mismo. Otro acierto: Casariego ha despojado de sentido trágico o solemne esta búsqueda y ha optado por un registro levemente humorístico y relativizador que resulta mucho más incisivo.

En el extremo contrario hemos de apuntar el no haber sido capaz de dar con historias más significativas que la de Mallick. También cabría repensar un tanto los elementos discursivos para acabar de redondear el texto: tratar de encontrar alguna fórmula de representación con la que pudiera alcanzar una mayor hondura reflexiva, sobre todo en lo que se refiere a las voces narrativas. Pero en ese caso estaríamos ante una novela diferente del texto burlón e intrascendental que Casariego ha querido escribir. Bajo la premisa de esta pretensión, Antón Mallick quiere ser feliz nos parece una novela lograda, recomendable y muy amena, lejos afortunadamente del manual de autoayuda que nos había causado rechazo al descubrirla en la librería.

Nicolás Casariego.. Destino. 348 páginas. 19 euros.

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