"Wert ha sido un veneno para la cultura"

Gerardo Vera. Director de 'Maribel y la extraña familia'

El madrileño desarrolla su concepción del teatro popular en la versión de la célebre obra de Miguel Mihura que podrá verse este sábado en el Gran Teatro, donde culmina su gira.

Gerardo Vera, una vida en el teatro.
Gerardo Vera, una vida en el teatro.
Alfredo Asensi Córdoba

20 de febrero 2015 - 05:00

Tras su salida del Centro Dramático Nacional, del que fue director entre 2004 y 2011, Gerardo Vera (Miraflores de la Sierra, Madrid, 1947) puso sus ojos en Miguel Mihura y en una de sus obras más célebres, Maribel y la extraña familia, que mañana (20:30) concluye su gira en el Gran Teatro de Córdoba. Vera es una de las grandes personalidades del teatro español y en los últimos años ha dirigido otros montajes como Agosto, con Amparo Baró y Carmen Machi, o La loba, con Nuria Espert. En 1988 recibió el Premio Nacional de Teatro.

-¿Cómo ha sido este acercamiento a Maribel y la extraña familia?

-Un acercamiento largo porque llevamos ya casi dos años con la obra. Ha sido un éxito desde que se estrenó: nunca pensé que tendría esta acogida popular. Justo después de salir del Centro Dramático Nacional yo me planteé que quería hacer un Mihura para contactar con un tipo de público más popular, un público que yo no tenía en el CDN, o al menos de esa manera tan masiva. El experimento ha sido muy interesante porque he hecho una Maribel no convencional, una historia de amor muy especial adelantada en el tiempo... He hecho una creación pero sin traicionar a Mihura. Todos los cambios, todas las reformas, todas las visiones distintas de cada escena han tenido que ver con lo que quería hacer Mihura, y yo creo que la gente lo ha agradecido. Los herederos de Mihura están encantados con esta producción. Conecta muy bien con el público. Y hay un reparto excepcional encabezado por Lucía Quintana, que, creo, va a ser una grande de la comedia. Para un público acostumbrado al teatro, la obra es un placer, y para el público no acostumbrado es una ocasión para engancharse. Proporciona un rato divertido con su parte romántica, su parte de comedia musical... Un espectáculo que he concebido a partir de mi idea del teatro popular.

-¿Qué elementos destaca de la escritura de Mihura y qué vigencia tiene su humor?

-Es un humor basado fundamentalmente en la visión más aguda de la realidad. Mihura inventa poco y observa mucho. Con esa capacidad de observación de una España timorata, en plena dictadura, con costumbres que denotan un aislamiento al sur de los Pirineos, y con su gran sentido del humor y esa perspicacia que tiene para entender exactamente el ADN español..., lo borda. Y eso es lo que le hace conectar directamente con el público. Es todo de verdad: no es una farsa sostenida con unos hilos que de alguna manera manipula el dramaturgo. Él manipula la vida y habla de la vida, de los personajes y de lo que les pasa en esa sociedad tan gris, de sus ilusiones... Eso hace que el espectador se enganche y se identifique absolutamente.

-¿El teatro español actual le dedica a Mihura el tiempo y el espacio que merece?

-Yo creo que Mihura ha tenido una mala pata y es que se lo ha apoderado la derecha. Se han hecho montajes muy casposos, muy convencionales, y han alejado mucho de Mihura al público más moderno. De hecho, nosotros empezamos a tener gente joven en la sala al mes y pico, cuando se fue corriendo la voz de que había un espectáculo muy vivo y dinámico, porque Mihura era sinónimo de señora con abrigo de piel. Nosotros hemos luchado para poner al día ese discurso. Mihura estaba asociado a una pequeña burguesía provinciana que de repente iba a ver lo de toda la vida. Esta Maribel mueve los asientos: creo que esa era nuestra obligación. Inmediatamente después de Maribel hicieron Carlota con Carmen Maura en el María Guerrero y ahora se está preparando otra producción sobre Mihura. De alguna manera la gente ha visto que aquí hay un filón de un gran dramaturgo español. La derecha lo convirtió en un personaje muy conservador y convencional cuando él no era así: era un hombre raro, un solterón solitario amante de las prostitutas, era un personaje con mucha historia.

-Qué dañinos son los clichés...

-Sí, porque llevan al personaje a un sitio y codifican una manera de afrontarlo: ya ellos creen que Mihura se hace así. Yo les dije a los actores: no comentéis nada, hay que hacerlo de verdad, no hay que intentar hacer gracia porque la gracia ya está en la situación. A Mihura lo han hecho forzando la gracia y mataban todos los gags, es una manera de llevar al espectador a una comicidad errónea, de manipularlo. Hay que hacer Mihura como si fuera Chéjov. Yo les decía: no pongáis cara de hacer Mihura porque no tiene sentido.

-Veo que, de partida, hay en la producción un impulso liberador de estereotipos y prejuicios...

-Claro. Es la historia de una prostituta que se enamora de un chico bien de provincias que tiene una fábrica de chocolatinas. Más contra la norma de la época no se puede ir.

-¿En qué momento se encuentra el teatro en España?

-Ufff... Es una pregunta que da para un curso. Es una situación compleja. Creo que hay muchísimo talento emergente, creo que se debería respetar más a las generaciones que nos han enseñado todo, ahora se ha muerto Amparo Baró, una grande que tiene la memoria del teatro español, y como si no hubiera pasado nada... Hay una especie de desfase entre lo que era el teatro de siempre y el teatro de ahora. Ahora hay otros valores, con mucho talento a veces y muy poco talento otras. Parece que vale todo con tal de tener 19 años. Yo soy una persona muy joven en este aspecto, estoy siempre trabajando con gente joven y valoro mucho unos fenómenos que se están produciendo, por ejemplo la creación de la joven compañía del Conde Duque, que está dando unos espectáculos extraordinarios con chavales de 24 a 30 años y que es una cantera de la que vamos a chupar todos. Y, por otra parte, en el teatro no hay dinero. Lo están recortando mucho. Los teatros nacionales tienen menos dinero y eso es malo siempre para la cultura porque llega un momento en el que tienes que trabajar desde una cierta precariedad. Y llega un momento en que, con una edad, uno se cansa. El ministro Wert ha sido un veneno para la cultura. A ver si se va, si se van todos ellos, y podemos realmente hacer algo. Con ese 21% de IVA que nos han puesto nos han machacado. Los productores tienen que sobrevivir. Nosotros hemos llegado a hacer dos funciones de La loba en Gijón con Nuria Espert, con el teatro lleno, y perdimos dinero. Se lo lleva todo ese puñetero IVA que nos deja tiritando. Otro ejemplo es esta gira de Maribel, que ha sido triunfal pero en la que no se ha ganado dinero, en todo caso se llegará al final a un balance de lo comido por lo servido, en el mejor de los casos.

-¿En qué proyectos anda metido?

-Tenía una obra fantástica de Jesse Heisenberg [Maria Kowalska], con Amparó Baró y Alejo Sauras, que íbamos a estrenar en el Teatro Arriga [Bilbao] y se ha quedado colgada en el túnel del tiempo. La haremos como homenaje a Amparo más adelante. En noviembre estreno en el Centro Dramático Nacional una versión que hemos hecho José Luis Collado y yo de Los hermanos Karamazov de Dostoievski, con Juan Echanove.

-¿Hay prevista gira?

-Creo que no, porque es cara. Lo que decía antes: una gira ahora con un proyecto con 16 actores no es viable.

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