La infamia | Crítica de teatro

Verdad, valor y dolor

Un momento de 'La infamia'.

Un momento de 'La infamia'. / El Día

El escenario del Teatro Góngora abrió el pasado sábado para recrear las 24 horas más angustiosas de Lydia Cacho en La infamia.

La acción nos remonta al 16 diciembre de 2005. Lydia Cacho, periodista mejicana defensora de los derechos de las mujeres en su país, es detenida en Cancún por agentes de la policía judicial para trasladarla a la ciudad de Puebla. El motivo de su detención se debe a la publicación en 2003 de su libro Los demonios del Edén’, que denuncia la existencia de una red de pedofilia y pornografía infantil en la que están involucrados importantes empresarios y políticos.

A lo largo de los algo más de 75 minutos de representación nos adentraremos en la cruenta experiencia que sufrió la protagonista y en paralelo revelará las razones por las cuales su vida pende de un hilo desde entonces.

José Martret confecciona un espectáculo que atrapa y sobrecoge en todo momento combinando dos lenguajes, a priori, muy diferentes. El montaje sobre las tablas donde se reparten los elementos escenográficos adquiere una dimensión extra con primeros planos filmados en directo y proyectados simultáneamente sobre la gran pantalla de fondo.

El resultado es una creación donde el Cine se crea sobre los límites del espacio-tiempo marcados por el Teatro. Todo ello, unido al fabuloso diseño de iluminación y espacio sonoro, conduce a un resultado original, lleno de intensidad e impactante. No es sencillo para una actriz ponerse en la piel de la protagonista y materializar esté monólogo lleno de dureza. Precisa de una profesional que domine estas dos disciplinas, capaz de llegar hasta la última fila del auditorio y mantenerse comedida ante la cámara al mismo tiempo y Marina Salas lo hace demostrando que es una todoterreno. Junto a su magnífica interpretación también hay que alabar el trabajo de operadora de cámara realizado por Alicia Aguirre y su papel de “invisibilidad” ejecutado a la perfección.

La estadística demoledora expuesta en La Infamia sobre el elevado número de periodistas asesinadas, perseguidas y amenazadas en México desde el comienzo de este milenio es, además de abrumadora, la denuncia a un sistema corrupto desde arriba, podrido y despiadado. La infamia es un episodio más de las incontables vulneraciones de los derechos humanos que cada día son pisoteados por Monstruos sin escrúpulos que no conocen límites. A esas personas como Lydia Cacho solo hay que agradecerles su valentía y abrirles siempre las puestas del Teatro para contar sus historias.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios