Terrorismo en un teatro

Una imagen del escenario y el patio de butacas.
Una imagen del escenario y el patio de butacas.
Máximo Ortega Capitán

02 de mayo 2009 - 05:00

Comienzan las festividades de mayo en nuestra ciudad y el Gran Teatro lo celebra por todo lo alto trayendo Boris Godunov, última producción de La Fura dels Baus. El montaje de la emblemática compañía toma como referencia el secuestro por terroristas del Teatro Dubrovka de Moscú en el año 2002. Sin querer llevar a escena los hechos reales acontecidos en aquel lugar, la compañía transporta las circunstancias a un marco temporal, social y geográfico indeterminado pero común a cualquier espectador sea cual sea su nacionalidad.

El texto interpretado por el grupo de actores secuestrados es Boris Godunov, escrito por el dramaturgo ruso Alexander Pushkin. El motivo por el cual La Fura escoge esta obra se debe a la interrelación entre la representación realizada por los actores y la actuación del grupo terrorista. La intención es demostrar que la Historia, pese a ser tratada como una sucesión lineal de acontecimientos, cuando entran en juego conceptos y valores como el poder, la justicia y la libertad pasa de ser lineal a circular. La única vía posible para que tales conceptos prevalezcan es el uso de la fuerza y la violencia. Justificarla no deja de ser un acto macabro, ya venga en forma de acción política o terrorista.

Para llevar a cabo lo expuesto, La Fura no escatima en utilizar todos los recursos posibles que la hacen identificable en la escena contemporánea: ruptura del espacio escénico, incorporación de las nuevas tecnologías, trabajo audiovisual alternando montaje con realización en directo, todo ello unido al trabajo del equipo técnico y artístico, que configura una representación a la altura de lo que cabe esperar de esta compañía. No existe momento vacío de contenido que permita evadirse de lo que ocurre en el teatro. Las escenas corales están bien orquestadas y algunas piezas monologadas son brillantes. Sin embargo, todo el esfuerzo realizado envuelve al espectador pero no cala en su interior, salvo cuando intervienen los actores y actrices sin ningún otro recurso que su presencia.

Son muchos los años que La Fura ha dejado de ser una compañía de teatro para convertirse en un fenómeno social y cultural. Su lenguaje ha ido sufriendo mutaciones, evolucionando a una forma pluriartística, donde la creación colectiva se nutre de todos los campos existentes en el arte con el fin de abandonar las convenciones establecidas en la escena tradicional. Puede que el desarrollo tecnológico condicione la sociedad y su forma de interpretar la vida, pero no puede despojar por entero nuestra humanidad. Todavía hay personas que van al teatro para ver cómo actúan otras personas, participar de lo que ocurre en escena, romper la barrera de la ficción con el deseo de salir a la calle transformados por haber sido testigos de algo que ocurre en cada función pero al mismo tiempo es irrepetible.

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