Vida y redención de un atracador
'Apuntes para una película de atracos' | Estrenos de cine
'Apuntes para una película de atracos', que se estrena este miércoles, narra la historia del "Robin Hood de Vallecas", líder de una temida banda de butroneros de Madrid ya desarticulada
Dice Elías León Siminiani (Santander, 1971) que el cine que verdaderamente le interesa es el que consigue que "la vida, con sus azares y toda su incertidumbre, entre de lleno en las películas". Hasta ahora sólo ha rodado dos de autor –también firmó para televisión la miniserie documental El caso Asunta–, y tratando de cumplir ese empeño anda.
Si la primera, Mapas, era un diario filmado en el que el director y guionista se lamía sus heridas amorosas, para la segunda tuvo claro que debía "hacer un paso del yo al tú". Y encontró la historia de esa película, Apuntes para una película de atracos, que se estrena este miércoles, y que se pudo ver en el pasado SEFF, "prácticamende por casualidad".
Recién estrenada Mapas, hace un lustro, estaba Siminiani participando en coloquios y actos promocionales y siempre le acababan preguntando cuál iba a ser su siguiente proyecto. "Y una vez me dije que yo siempre he querido hacer una película de atracos, lo cual era cierto. Cuando terminó el acto se me acercó una periodista y me dijo: mira, yo acabo de hacer un reportaje sobre el líder de una banda de atracadores muy 'sui generis' y conozco al policía que los ha detenido. No sabía adónde me llevaría, pero supe que tenía que hablar con el policía. Y ahí empezó la investigación que me llevó a él".
Él es Flako. O el "Robin Hood de Vallecas", como llamaban muchos al líder de la Banda del Rayo, detenida al completo en septiembre de 2013 tras haber robado en siete bancos de Madrid aprovechando su casi milimétrico conocimiento de los 4.500 kilómetros de galerías subterráneas de la ciudad.
En el momento de ser detenido, sin antecedentes penales hasta entonces, Flako compaginaba estos golpes con su trabajo en una pescadería. Siminiani quiso saber quién era, cómo era esa persona. Al principio, intimidado, asustado incluso, temeroso de que la barrera de clase fuera imposible de esquivar. Pero fue descubriendo a un personaje inesperado, "interesantísimo".
A un tipo que había aprendido las artes del butrón de su propio padre. Que se sentía continuador de la escuela creada en los años 70 por el legendario atracador italiano Alberto Spaggiari, quien solía ufanarse, una vez perpetrados sus robos, dejando su firma-mensaje a las autoridades en las paredes de las cámaras de seguridad de los bancos desvalijados: "Sin odio, sin violencia, sin armas". Las mismas palabras con las que se despidió Flako de Siminiani en la primera carta que le respondió desde la cárcel. En la que le decía que sí, por qué no, hablemos.
"Tiene un talento bestial en bruto. Y es muy listo. Tiene además autoconciencia y una capacidad innata para el relato. Él mismo sabe que tiene una vida, entre comillas, de película. Yo intenté ayudarlo a vehicular su historia, y también me beneficié de su enorme memoria visual. Pero sobre todo hay algo que a mi juicio está siempre en la película como por debajo: la idea de la creatividad; la asunción de un relato propio como una herramienta potencialmente sanadora o redentora en la vida de alguien", explica Siminiani.
Ese proceso, de hecho, sigue en marcha. El próximo enero, la siempre estimulante editorial Libros del KO, especializada en no-ficción, publicará un libro en el que el propio Flako cuenta su historia. Se titula Esa maldita pared, como la canción de Bambino que este erudito del subsuelo se ponía en la furgoneta cuando iba con sus muchachos a vaciar la sucursal de turno.
Pero eso será en enero. Así que regresamos ya a la película. Casi escindida en dos mitades, Apuntes para una película de atracos da cuenta, en primer lugar, de la pasión de Siminiani por el cine de atracos y de los primeros tanteos con el butronero, para desembocar –aunque sin perder su naturaleza de collage y el poso autorreflexivo– en otro tipo de relato.
"La película es muy distinta, muchísimo, de la que yo imaginé. Lo cual suele pasar en el documental y sobre todo en el documental creativo o que está en el borde de la ficción porque construye un relato. Yo arranqué con la idea de hacer un ensayo audiovisual sobre la posibilidad de hacer una película de atracos, porque sentía que podía ser también un espejo de una serie de cosas que me interesaban mucho, desde la crisis hasta mi propia cinefilia y mi fascinación con el imaginario noir", explica Siminiani.
"¿Qué pasó?", continúa el director: "Que por el camino encontré un personaje que dinamitó esos planes. Cuanto más lo conocía, más sentía que su historia era mucho más interesante que el planteamiento inicial que yo había hecho. De ahí vino la decisión de darle las riendas de la historia, de acabar cediéndole la voz en off, que como cineasta, en este tipo de películas, es el mayor poder. Y me costó, no voy a ocultarlo, porque yo soy un cineasta que trabaja mucho desde el control, el que me da el montaje. Así que supongo que haciendo la película he aprendido a dejarme ir un poco".
"Y hay otra cosa importante, que tiene que ver con el encuentro de clases, más que lucha en este caso", continúa Siminiani. "Yo fui muy consciente siempre de las diferencias entre él y yo, tanto de la personalidad, como del presente, el pasado y de posibilidades en la vida. Pero el rápidamente tumbó esa distancia. Y me interesó reflejar en la película esa conciencia de dos personas que, viniendo de mundos completamente distintos, en un momento dado comparten una empresa juntos... Para mí era fundamental no perder de vista esa diferencia de oportunidades que las biografías de cada uno comportan. Él, en el fondo, es un soñador, y como tal vive. Supongo que de eso también he aprendido, me ha contagiado un poco su ambición de mirada".
"Es muy humana. Muy empática. Muy bien, León... pero la peli de verdad cuándo la vamos a hacer. Una con acción a saco". Eso le dijo Flako a Siminiani cuando pudo ver la película ya terminada. Lo recuerda entre risas el director, que está convencido, en cualquier caso, de que el atracador de Vallecas, ese tipo que al principio le dabe miedo y ahora es su amigo o algo muy parecido, ha comprendido y disfrutado su participación en la película "como una experiencia de vida".
Porque de eso se trata en el cine que él aspira a realizar. "Para mí, dirigir es estar siempre haciendo malabares entre cine y vida –dice el director–. Integrar cada vez más vida en el relato. Desde hace años grabo mucho y tiendo a encontrar las películas en cosas muy cotidianas. Porque me interesa que entre mucha vida en las películas, mucho antes que el discurso cinematográfico en sí o que seguir una estética muy afirmada. Lo que quiero es sentir que las películas vibran con la vida".
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