Salvados por Maisie
Drama familiar, USA, 2012. 99 min. Dirección: Scott McGehee, David Siegel. Guión: Carroll Cartwright (Novela: Henry James). Música: Peter Nashel. Fotografía: Giles Nuttgens. Intérpretes: Julianne Moore, Steve Coogan, Onata Aprile, Alexander Skarsgård, Diana García, Samantha Buck, Joanna Vanderham, Stephen Mailer, Joel Garland, James Colby, Trevor Long, Robert C. Kirk. El Tablero.
De entrada ¿Qué hacemos con Maisie? (horrendo título español tipo Kramer contra Kramer que borra el original de la novela de Henry James, Lo que Maisie sabía, en la que libremente se inspira) podría parecer la crónica realista y pesimista de la destrucción de la infancia a causa del egoísmo de dos inmaduros que se divorcian. El propio Henry James, que para escribirla se inspiró en un caso real en el que "el desdichado infante se había encontrado, así, prácticamente repudiado, rebotando de raqueta a raqueta cual una pelota de tenis", se preguntaba al exponer la génesis de su relato: "¿Y si hiciésemos que el motivo básico del definitivo intento de desembarazarse del niño por una u otra de las partes, y mejor aún si por ambas, del leal cumplimiento de las obligaciones estipuladas fuese, pensándolo bien, en los dos progenitores, una incapacidad crónica para cualquier obligación, y una infame intolerancia hacia las mismas?". De la incapacidad crónica para las obligaciones sabemos mucho más en 2014 de lo que se sabía en 1897, estando como estamos en la apoteosis del egoísmo seudo hedonista y consumista, de la pandemia del síndrome de Peter Pan y de la tan frecuente utilización de los niños en los divorcios como venganza contra el ex cónyuge, también. Hoy hay más razones para ser pesimistas que cuando James escribió esta novela.
Pero conforme vamos viendo esta película se percibe la posibilidad de una lectura opuesta: un canto a la familia -o a los sacrificios y renuncias necesarios para mantener su unidad y su armonía- a través de la cruda exposición del egoísmo de los padres que utilizan a su hija como arma. Que se hace más obvio cuando dos modestos personajes le ofrecen a la niña la familia de afectos que su familia de sangre no le ofreció. Con lo cual todo da un vuelco a favor de la familia entendida no necesariamente como comunidad de sangre o biológica, sino como comunidad de amor.
Los realizadores McGehee y Siegel, posmodernos hijos del Sundance Festival y próximos al cine indie, desaprovechan en parte el potencial del relato de Henry James -tan lleno de finos matices y de disgresiones casi ensayísticas como todos los suyos- para presentarnos una simplona ex pareja de memos egoístas formada por una cantante rock y un marchante de arte. Indigesta pareja bien interpretada (lo que quiere decir que sus actuaciones la hacen aún más indigesta) por Juliane Moore y Steve Coogan. Pero afortunadamente el centro de la película y su mayor estrella es Onata Aprile, la niña pelota de tenis que se tiran el uno al otro. Lo que se logra gracias al talento natural de la pequeña intérprete y al acierto del guión de Carroll Cartwright (que así redime sus otros desaciertos al traerse la historia al presente) al respetar el punto de vista del relato de Henry James y contarlo todo a través de la niña que madura sufriendo mientras sus padres menguan haciéndola sufrir.
Rodada con corrección un punto cursilona en sus intentos por parecer sencilla y cotidiana, esquemática en la representación tanto de los padres imbéciles, egoístas e inmaduros como en la de los excesivamente buenos protectores de la niña -una canguro y un camarero interpretados por unos convincentes Aleksander Skarsgard y Johanna Vanderham-, la película es salvada por Maisie: el sufrimiento de la niña y su soledad están representados sin énfasis melodramático, su proceso de maduración está narrado con eficaz sencillez y la pequeña Onata Aprile es capaz de visualizarlos con desconcertante naturalidad.
También te puede interesar
Lo último