Cultura

Romero Esteo se siente "encantado" con su mala fama en el mundo literario

  • El dramaturgo montoreño recibió anoche de manos de la consejera de Cultura el premio Góngora, que reconoce su trayectoria literaria · El acto sirvió para reivindicar una fundación con su nombre

Incómodo ante la caravana de halagos y premios -en dos días consecutivos, 20 y 21 de octubre, fue premiado con el Nacional de Literatura Dramática, que otorga el Ministerio de Cultura, y el Luis de Góngora, que concede la Consejería de Cultura-, Miguel Romero Esteo (Montoro, 1930) aseguró ayer en Córdoba que lo primero que pensó ante tanto reconocimiento fue: "Tengo que largarme de aquí y huir porque estoy desentrenado para esto".

Pero su deseo de evasión no mermó anoche el interés de los presentes por encumbrar su producción literaria con palabras de reconocimiento, primero pronunciadas por la consejera de Cultura, Rosa Torres, y después por el director del Centro Andaluz de las Letras y portavoz del jurado del premio, Pablo García Baena, en el acto de entrega de la medalla que tuvo lugar en la sede de la Delegación de Cultura de la Junta, cuyo salón de actos mostró más presencia institucional que cultural, destacando la visita algo rezagada de la diputada Carmen Calvo, que saludó efusivamente a su sucesora en la Consejería, y la de la directora General del Libro, Rafaela Valenzuela, entre otras.

Torres, que fue la encargada de abrir y cerrar el acto, definió la producción del premiado como "valiente y profunda, subversiva pero coherente", por lo que reclamó una mayor visibilidad de sus textos en la sociedad actual.

Las claves sobre la trayectoria literaria y humana de Romeo Esteo corrieron a cargo de Rafael Torán, director de escena, gestor cultural y ferviente admirador del que fue su profesor en la Universidad de Málaga. "Él es su propio teatro, culto y popular, preciso y desbordante, que enarboló la bandera de la independencia y la originalidad lejos de la actitud complaciente y de las leyes del mercado", afirmó. Torán tampoco desaprovechó la apabullante densidad institucional para reivindicar el definitivo arranque de la Fundación Romero Esteo, una entidad necesaria para que obras como Tartessos, El vodevil de la pálida, pálida, pálida, pálida rosa, Fiestas gordas del vino y el tocino o Pontifical comiencen a sobresalir en escenarios, bibliotecas y centros culturales. Y con un "seamos valientes" retó a los presente en la sala.

El último en intervenir fue el propio galardonado, que en una breve alocución habló de su dura infancia de posguerra y las dificultades añadidas de "una familia de izquierdas" en su localidad de nacimiento. "Allí no teníamos futuro", precisó ante la situación de una familia con un padre ateo y una madre ligada a UGT, que pronto se verían obligados a trasladarse a Málaga, ciudad que le ha acogido la mayor parte de su vida. Desde entonces siguió la senda de una creatividad de "libros envenenados", que le han deparado una "mala fama" en el mundo literario que se le da "muy bien". "Porque alguien tiene que hacer de niño malo", apostilló, a la vez que confesó: "A mí que me arreen me encanta", ante la sonrisa generalizada de la sala.

En cuanto a su producción, fue rotundo: "Yo disfruto escribiendo. Eso es lo mejor. Estoy tan entretenido que me olvido de todo; si no, la vida es pura rutina..., es vegetar".

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