Cultura

Recital soberbio de Joaquín Clerch

Los 30 Estudios (tres series de Estudios Sencillos) del maestro cubano Leo Brouwer y los 12 Estudios del brasileño Heitor Villa-lobos conforman dos monumentos fundamentales de la didáctica de la guitarra de nuestro tiempo. En efecto, en ellos están cifrados todo el abanico de recursos técnicos y tímbricos de la guitarra contemporánea, y se han convertido en compañeros de viaje indispensables para los jóvenes estudiantes y piedra de toque del virtuosismo para los maestros consagrados.

El guitarrista cubano Joaquín Clerch, afamado profesor -no en vano sus alumnos son primeros premios en los principales concursos internacionales- y gran virtuoso de la guitarra, cerró brillantemente el ciclo Los Clásicos del festival cordobés dedicando un programa monográfico a la integral de los estudios de Brouwer y Villa-lobos. Un programa muy interesante, por inusual, y muy atrevido, por el reto que plantea, incluso para un artista de su calibre, la ejecución completa de todos estos estudios. El resultado fue revelador. Ya conocíamos la utilidad didáctica y la belleza de esas deliciosas miniaturas tituladas Estudios Sencillos de Leo Brouwer. Lo que ahora nos ha venido a enseñar Clerch es que, interpretadas sin solución de continuidad, se nos muestran como una obra maravillosa, por su amplitud de registros y colores; un recorrido emotivo por la geografía creadora del maestro cubano, crisol donde se fragua gran parte del material temático de toda su obra guitarrística, y fuente inagotable de poesía y nostalgia. Una obra sencillamente magistral que Clerch fue desgranando con sumo cuidado y elegancia, ante un auditorio entregado a la belleza de su sonido.

En la segunda parte le tocó el turno al ciclo de estudios de Villa-lobos, conocidos por su proverbial dificultad. Sólo desde una técnica trascendente y una sólida visión musical, como las que posee Joaquín Clerch, puede mostrarse el verdadero valor de estas joyas del repertorio guitarrístico. Así fue. Con un poderío técnico pocas veces visto, Clerch, en complicidad con su soberbia guitarra granadina (una Fco. Santiago Marín), nos regaló una interpretación antológica.

Tras los estudios de Villa-lobos y una larga y merecida ovación del público, el programa se completó con tres estudios del propio Clerch, interesantes exploraciones sonoras dedicadas a tres de sus alumnos, que ponen de manifiesto la sólida preparación musical del guitarrista cubano, que lo sitúa muy por encima de la pléyade de guitarristas-compositores que pueblan, para nuestra desgracia, los programas de conciertos actuales. Con dos propinas de música cubana cerraba Clerch el que puede ser, en mi opinión, el mejor ciclo de clásica de la historia de nuestro festival.

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