Ni China, ni pasas, ni Gabanna | Crítica

Puro teatro

Una escena de la obra 'Ni China, ni pasas, ni Gabanna'.

Una escena de la obra 'Ni China, ni pasas, ni Gabanna'. / IMAE Teatro Góngora

Ni el fin de curso, ni la resaca de los festivos de mayo, ni los cuarenta grados que marcaban en la calle por el tsunami de calor echaron atrás el entusiasmo del público para llenar el patio de butacas del Teatro Góngora y asistir al estreno mundial de Ni China, ni pasas, ni Gabanna, de Miguel Marchal.

La obra de Marchal disecciona en clave de humor los entresijos del éxito artístico en el mundo deshumanizado de hoy. A través de Macarena, la cantante Top de moda, Marchal da un rapapolvo a la maquinaria que explota el talento con el único propósito de vivir a costa de este sin escrúpulo alguno: representantes, estilistas, asesores de redes sociales, periodistas forman parte de la lista interminable de parásitos que se encaraman al carro de una fama que no les pertenece y empujado por la inocencia (en su mayoría) del fenómeno fan.

Finalmente y por mucho que nos empeñemos en demostrar que la historia es lineal, el texto revela con ironía como la mayor parte del tiempo nos movemos por ciclos y este no iba a ser una excepción. Si la estrella de alguien se apaga ya se preocuparan los de siempre por echarle el ojo a otra, que para eso el cielo es infinito.

La producción realiza una puesta en escena sencilla y precisa, con los elementos mínimos que privilegia el trabajo interpretativo. Bajo la premisa de ser siempre uno mismo, reivindicado la identidad individual sin necesidad de ocultarla, esta obra cuenta con el reparto perfecto. Sobre el escenario un equipo de doce actrices y actores crean la magia necesaria para conseguir una frase comúnmente utilizada en el argot teatral: hacer posible lo imposible. Con este fabuloso grupo el público se reencuentra consigo mismo. Cada espectador descubre que no existen límites cuando hay voluntad para aceptarlos y convivir con ellos sin complejos. Así lo reconoció con el extenso y caluroso aplauso que devolvió a todo el equipo artístico.

Después de tanta emoción compartida saldremos a la calle donde nos espera lo de siempre. Sin embargo, al menos por algo más de una hora hemos sido bendecidos con un baño de realidad auténtico de la mano de artistas que rebosan de Teatro Puro. ¡Bravo!

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