Pedro Cano destaca el interés de Al Hakam II por renovar la cultura
El experto contextualiza el mandado del segundo califa y se centra en la importancia de la biblioteca que conformó en el Alcázar
El califa Al Hakam II ha pasado a la historia por ser un hombre culto, amante de las letras pero también de las ciencias, que siguió la línea de renovación de la cultura que habían instaurado sus antecesores de la dinastía omeya. Tanto es así que fue fundamental su papel como mecenas y, sobre todo, su interés por conformar una gran biblioteca a la que llegaban volúmenes desde Egipto o Bagdad.
Así lo explicó ayer el especialista en Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Sevilla Pedro Cano en la conferencia que ofreció dentro del Seminario Al Hakam II, que se ha celebrado en Casa Árabe con motivo del 1.100 aniversario del nacimiento del califa cordobés. En su intervención, el investigador incidió en que el mandatario "quiso hacer de Córdoba un foco cultural a la altura de Bagdad, la pena es que tres años después de su muerte, Almanzor acabó con la biblioteca, empezó a expurgarla y continuaron otros".
Cano señaló que Al Hakam "había recibido una esmerada educación" y durante su vida "se volcó en el desarrollo y estudio de la cultura y civilización andalusí". Para enriquecerla, "atrajo a intelectuales de Al-Ándalus, Oriente y el Norte de África".
Por otra parte, el experto se refirió al lugar en el que estaba situada la biblioteca o Jizana, el interior del Alcázar (donde está actualmente el Palacio Episcopal), y destacó que hay quien afirma que los volúmenes estaban repartidos por varios edificios, sin embargo, "es probable que no fuera así" ya que al califa le gustaba tener control sobre los mismos.
Además, sobre las obras catalogadas, apuntó que según la mayoría de cronistas eran 400.000. Sin embargo, hay quien duda sobre la realidad de esta cifra, por ejemplo Hipólito Escolar, un especialista en bibliotecas que propone dividirlo entre diez, quedando 40.000, "pero no se basa en nada", apostilló Cano. Por otro lado, el arabista Juan Vernet pensaba que 400.000 era un número simbólico con el que se quería decir que era una cifra altísima. Según otras fuentes, el califa había leído todos o casi todos los volúmenes, incluso anotaba en ellos.
La biblioteca no la formó sólo Al Hakam, sino que era una herencia de los omeyas, de forma que se basó en la que ya había en el Alcázar, junto con la de su hermano Abd Allah (que fue asesinado por su padre, Abderramán III) y él la completó con sus propias obras, donaciones y adquisiciones. De hecho, al califa le importaba mucho tener obras raras o inéditas y para ello contaba con una red de agentes que lo ponían al tanto de las novedades que se publicaban fuera de Al-Ándalus.
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