Cultura

Onieva funde lirismo y dolor en el poemario 'Las ventanas de invierno'

  • La obra con la que el cordobés ganó el premio Cáceres en el año 2008 llega por fin a las librerías

Cuatro años y medio después de ganar el XXI Premio de Poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad con Las ventanas de invierno, Francisco Onieva ve por fin publicado un libro que según las bases debería haber aparecido bajo el sello de Visor. Pero problemas económicos dinamitaron el acuerdo que el Ayuntamiento de Cáceres mantenía con la editorial. Surgió posteriormente la opción de que lo publicara DVD, empresa que poco después desaparecía. Finalmente es La Oficina la que se ha hecho cargo de una obra que supuso para Onieva "una apuesta bastante seria, un salto" respecto a sus poemarios anteriores, y que fue premiada por un jurado integrado por Jesús García Sánchez, Benjamín Prado, Luis García Montero, Basilio Sánchez y Teófilo González Porras.

Un libro que, según Onieva (Córdoba, 1976), surge "de la observación cotidiana de experiencias vividas por personas cercanas", una de ellas su abuelo Manolo, a quien está dedicado y que falleció el pasado septiembre. No son temas fáciles: "la enfermedad, el dolor, el alzheimer, el cáncer...", pero están tratados con una serenidad y un lirismo sosegado que construyen una mirada que quiere ser "auténtica", evitando "la impostura y lo artificial" y también esa sobredosis de trascendencia "que algunos críticos advierten en la poesía actual de muchos jóvenes".

Las ventanas de invierno supone "el reverso" de Los que miran el frío, libro de relatos publicado por Espuela de Plata con el que Onieva ganó el Premio Andalucía de la Crítica a la mejor ópera prima en 2012. "Son los mismos personajes pero con sus problemas actuales", explica el escritor, en cuya obra poética también figuran Los lugares públicos y Perímetro de la tarde.

El paisaje de los Pedroches sigue muy presente en su obra y es un suministrador de símbolos y referencias, pero en Las ventanas de invierno cobra una mayor presencia la figura humana. Y se incorpora un nuevo símbolo que Onieva considera "clave": la casa. Aquí hay un mayor grado de introspección e indagación interior que en sus propuestas poéticas anteriores. "Esta casa es mi cuerpo / y sus cimientos, mi memoria", escribe en el último poema del libro.

Onieva trabaja ahora en dos proyectos: una serie de relatos que está en reposo y aún tiene que "ampliar y pulir" y un poemario sobre la experiencia de la paternidad, "que ha sido poco tratada en la literatura española".

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