El novio de España | Crítica

Noviazgos nacionales

Una escena de la obra de teatro 'El novio de España'.

Una escena de la obra de teatro 'El novio de España'. / IMAE Gran Teatro

El público cordobés fiel a su cita con las artes vivas no sucumbió a la vorágine consumista provocada por ese Black friday tan yankee que vino para quedarse y con buen criterio eligió adquirir cultura de nuestra tierra, acudiendo al Gran Teatro para ver El novio de España de Juan Carlos Rubio.

Al igual que ocurrió con su En tierra extraña, Rubio mezcla realidad y ficción con la proverbial destreza que ostenta para llevar a escena un trozo de nuestra historia, esta vez de la mano de Carmen Sevilla y Luis Mariano. Para ello, nos traslada a principios de los años 50 donde la pareja protagonista está en pleno rodaje de Violetas Imperiales.

Durante un ensayo en el plató de rodaje, el cantante vasco acompañado de su inseparable asistente Felip le pide matrimonio a la artista con el único fin de extinguir los rumores sobre su homosexualidad, obtener el favor de las élites afines al régimen que tanto admiran a la joven sevillana y conseguir que sus padres puedan volver a España.

Una trama que servirá para retratar el contexto de un país que intenta cicatrizar las heridas de la guerra civil a golpe de silencio, que reprime vencidos y repudia exiliados, donde la libertad es coto privado de unos pocos y, aun así, está marcada por cánones estrictos que exigen la apariencia y las buenas costumbres. Una historia plagada de emociones y acompañada de multitud de números musicales magistralmente dirigidos por Julio Awad que combinan estilos tan diversos como lírica, copla, tango y hasta cuplé.

Cuatro magníficos intérpretes encarnan la obra y deleitan al público gracias a la versatilidad que despliegan en las tablas: Christian Escuredo configura su protagonista con precisión y convence tanto en intervenciones cantadas como habladas. Marta Raigón saca la sonrisa del patio de butacas interpretando a una jovencísima Carmen Sevilla plena de sencillez y desparpajo. Dídac Flores derrocha sensibilidad en su papel de Felip y Marta Valverde regala con su Rosalía los momentos más cómicos del espectáculo. Juntos logran que noventa minutos pasen sin darnos cuenta, salgamos del teatro revitalizados, con una reflexión y, sobre todo, ganas de volver.

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