Notas rebeldes de un bohemio visionario
Alfonso Vella aborda en 'Satie. La subversión de la fantasía' las excentricidades y virtudes del compositor francés El afán por mantenerse en continua evolución le convirtió en un adelantado a su época
La historia da cuenta de multitud de artistas cuyas transgresoras obras se vieron eclipsadas por la singularidad de sus personalidades. El compositor Erik Satie, que desarrolló su actividad en el París de las vanguardias artísticas, es un ejemplo claro. Así lo explica el catedrático del Conservatorio Superior de Música de Córdoba, Alfonso Vella, en Satie. La subversión de la fantasía (Península), publicación que aborda la figura de un compositor del que destaca "su capacidad de adelantarse a su época" y al que considera "un elemento relevante en la revolución del lenguaje musical".
Satie se ganaba la vida como pianista en un cabaret en el barrio parisino de Montmartre, que a finales del siglo XIX era "un hervidero de artistas", cuenta el autor. La relación y colaboración del músico con otros artistas de la época fue una constante a lo largo de su vida. Le interesaba especialmente el mundo de la pintura: "él sostenía que siempre había aprendido más de los pintores que de los músicos", cuenta el autor del libro. "Sucede que Satie estaba metido en todos los líos", explica, "con los cubistas, con los dadaístas, con los surrealistas". Es el motivo por el cual en Satie. La subversión de la fantasía abundan las referencias a artistas como Jean Cocteau o Picasso, que realizaron creaciones conjuntas con el compositor, y otros como Man Ray que se inspiraron en su obra para sus creaciones. "Satie fue una persona muy admirada por las vanguardias, aunque también se granjeó enemigos mortales", comenta Vella. "Es una época en la que el arte está a menudo rodeado de situaciones escandalosas. Es particularmente célebre el escándalo que Breton y Aragon organizaron durante el estreno del ballet Mercure".
Pese a vivir la noche de la bohemia parisina, Satie se revela como un personaje esencialmente solitario. "Nunca permitió a ninguno de sus amigos que entrara en su casa", explica Vella. No lo hicieron hasta su muerte en 1925, y entonces "se llevaron alguna que otra sorpresa". Además del hallazgo de cartas y otros documentos de carácter autobiográfico, partituras y composiciones inéditas, dieron con rarezas como una colección de más de cien paraguas y un piano cubierto de telarañas, prueba de que Satie no utilizaba su propio instrumento para componer. Podría pensarse que esa soledad de la que disfrutaba Satie se debía a la necesidad del artista de aislarse para atraer a las musas inspiradoras. Vella lo desmiente:"él, paradójicamente, solía componer fuera de casa, en los cafés".
La valía de Satie como compositor solo fue reconocida entre sus contemporáneos a partir del estreno de Parade, un ballet en el que Picasso se encargó de elaborar los decorados y el vestuario. Hasta ese momento fueron pocos los artistas y críticos que creyeron en él: solo algunos compositores de la época, como Debussy, con quien mantuvo una estrecha relación, Ravel y Stravinski, supieron valorar la capacidad de Satie para adelantarse a su propio tiempo. Ravel llegó a considerar a Satie como su maestro precursor. "Fue pionero en fenómenos que solo se harían comunes muchos años después", explica Vella, "la música de ambiente, el minimalismo, la música fusión...".
Satie declaraba que "la experiencia es una forma de parálisis". Luchaba por no quedarse anclado en un estilo, vivir en continuo cambio y evolución. Vella destaca de él los constantes virajes estéticos en su obra. Lo define como "un creador particularmente puro", puesto que, pese a vivir en permanentes apuros económicos, "jamás, salvo algunos encargos, piensa en dirigir su esfuerzo como compositor hacia lo que está de moda o resulta rentable". "Desde sus primeras obras", asegura, "se muestra abiertamente subversivo y toma caminos completamente opuestos a los de la música que en esa época estaba triunfando".
La excentricidad que caracterizaba a Satie y su "creativo sentido del humor" fueron los culpables, según el autor del libro, de que el compositor no fuera tomado en serio por sus contemporáneos. "Lo malo es que aún hoy perdura algo de esto", lamenta Vella. Este es uno de los motivos que impulsaron a Vella a dedicarle esta obra, que, asegura, podrá comprender y disfrutar cualquier persona independientemente de sus conocimientos musicales puesto que "no es un libro técnico". "Mi principal propósito es dar a conocer a un compositor a quien, según creo, no se conoce suficientemente o de quien se tiene una visión parcial y distorsionada", explica. Por esta razón el autor ha buscado un equilibrio entre su personalidad músical y su propio personaje, "que me parece tan fascinante como el compositor".
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