Mustio Tarzán digital y políticamente correcto

Crítica de Cine cine

Samuel L. Jackson, Margot Robbie y Alexander Skarsgård, en el regreso del personaje de Tarzán.
Samuel L. Jackson, Margot Robbie y Alexander Skarsgård, en el regreso del personaje de Tarzán.

LA LEYENDA DE TARZÁN

Aventuras, EEUU, 2016, 109 min. Dirección: David Yates. Guión: Stuart Beattie, Craig Brewer, John Collee y Adam Cozad. Fotografía: Henry Braham. Música: Mario Grigorov. Intérpretes: Alexander Skarsgård, Christoph Waltz, Margot Robbie, Samuel L. Jackson, John Hurt, Djimon Hounsou y Jim Broadbent. Cines: Multicines Guadalquivir 3D, Cinesur El Tablero 3D, Multicines Artesiete Lucena

La ola oscura alcanza al pobre Tarzán. Llamo así al afán por dar densidad dramática y negrura a materiales poco apropiados para su inflamación trágica. Ha pasado con los superhéroes -caso extremo: el Batman de Nolan- y ahora pasa con el Tarzán creado por Edgar Rice Burroughs en 1912 en la revista de entretenimiento All Story Magizine (no en la Revista de Occidente) y llevado al cine sólo seis años después bajo la dirección de Scott Sidney (no de Tarkovski) e interpretado por el forzudo Elmo Lincoln (no por Dirk Bogarde). Como ustedes bien saben el más famoso Tarzán de todos los tiempos fue el que interpretó Johnny Weissmuller entre 1932 y 1942 para la Metro acompañado por Maureen O' Sullivan como Jane (después hizo otra tanda para RKO, pero fueron menos interesantes). Tras el suyo los tarzanes más populares fueron los interpretados por Lex Barker enre 1949 1953 y por Gordon Scott entre 1955 1960. Se siguieron rodando ininterrumpidamente más tarzanes anodinos hasta que en 1984 Greystoke, la leyenda de Tarzán lo devolvió efímeramente al primer plano cinematográfico. No estaba mal gracias a la dirección de Hugh Hudson y a un excepcional reparto de secundarios (Ralph Richardson, Ian Holm, James Fox), pero catapultó la carrera de uno de los peores actores de la historia del cine, Christopher Lambert, Tarzán tan bizco como -ya que estamos en la selva- el león de Daktari.

Tras el de Lambert, el que hoy nos ocupa, interpretado por Alexander Skarsgård -sueco macizo que ha hecho de todo a ambos lados del océano, desde mascletás de efectos especiales hasta el remake de Perros de paja o Melancolía de von Trier- es de los peorcitos que hayamos visto. Pero lo peor no es el intérprete, sino la interpretación pretendidamente atormentada, conradiana, animalista, antiimperialista y anticolonialista que los guionistas han parido en un intento patético de fundir el Tarzán de Burroughs con El corazón de las tinieblas de Conrad y con una estética tenebrista-musculada tipo 300 y otros engendros oscuros. Todo para adaptar el relato a los tiempos políticamente correctos en los que la canción del Cola-Cao se considera tan racista como los relatos de Burroughs y las películas de Weissmuller. Dirige el hueco David Yates, conocido por haber dirigido cuatro entregas de Harry Potter, poniendo de luto la selva para seguir la moda del ennegrecimiento de la imagen (tiene narices esto de oscurecer también la aventura), a la que aplica insoportables efectos de ralentizaciones.

He aquí que Tarzán, de quien también se cuenta en flash back su infancia en la tribu de simios, es el Lord Greystoke que regresa a la selva ahora amenazada -bichos y nativos- por la ambición poco escrupulosa de Leopoldo de Bélgica. Nada nuevo, en realidad, porque Tarzán defendió la selva de las ambiciones de los blancos en muchas de sus aventuras clásicas. Lo nuevo es que todo se extrema hasta la caricatura para darle un barniz de corrección política. Como se extreman los efectos digitales a los que la película se somete servilmente. Christoph Waltz y Samuel L. Jackson le ponen un lazo tarantiniano. Margot Robbie suscita una irremediable nostalgia por la robusta salud de Maureen O'Sullivan.

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