Muerto en el acto | Crítica de teatro

Comedia mortal

Una escena de 'Muerto en el acto'.

Una escena de 'Muerto en el acto'. / IMAE Gran Teatro

Cuando todo parece estar en contra también es momento de arriesgar y tener valentía. Puede que esta haya sido la máxima para que un puñado de artistas de nuestra tierra decida embarcarse en un proyecto nuevo y poner buena cara al mal tiempo. Muerto en el acto, se estrenó el pasado viernes en el Teatro Góngora de la mano de Desatino Producciones.

El texto de Jaime Pujol y Diego Braguinsky es una comedia que con ingenio también rinde tributo a este género en sí mismo. Para hacerlo, retrocede hasta los albores de nuestra transición, en 1975. En plena función y ante el público asistente, el actor principal de una compañía ha sido asesinado mientras representaban El revuelo de la codorniz.

De inmediato, se personan el inspector Mercadal y el subinspector Marino para investigar el crimen y detener a quien lo ha perpetrado. En sus interrogatorios descubrirán que tanto el equipo artístico como técnico tenía motivos para matarlo.

Remontándose al pasado y a través de un buen puñado de escenas de genios de nuestra comedia como Pedro Muñoz Seca, Carlos Arniches y Enrique Jardiel Poncela, la obra se desborda con un lenguaje en clave de humor repleto de juegos de palabras, entradas, salidas y cambios que, poco a poco, irán desmadejando el hilo que conduce a resolver el misterio y descubrir los culpables.

Llevar a la escena esta comedia policiaca de enredo con la calidad necesaria es un asunto muy serio y Desatino Producciones ha sabido aceptar el desafío y superarlo de manera sobresaliente rodeándose de un capital humano de primera línea.

La elegancia de su puesta en escena la obtiene gracias al cuidado vestuario que Trápala Teatro ha dejado en manos de Lola Pedraza, la ambientación sonora a cargo de Miguel Linares nos contagia con esos ritmos latinos cargados de buen feeling y el sofisticado trabajo de videomapping realizado por Miguel Ángel Ramos completa el envoltorio precioso de esta producción perfectamente engranada para apoyar al tremendo reparto que la interpreta.

Juan Carlos Villanueva, quien firma también la dirección, nos regala toda su fuerza y experiencia en cada una de las intervenciones que realiza demostrando el actor de peso de que es. Alejando Villanueva destaca por aportar con brillantez frescura y desparpajo a sus personajes. Marisol Membrillo encandila con la versatilidad propia de la gran actriz de que es, capaz de sorprender con su capacidad para ofrecer diferentes registros.

El trío se desenvuelve sobre la escena como pez el agua, haciendo disfrutar de lo lindo a un público que se divierte de principio a fin. Juntos y en compañía de todo el equipo artístico-técnico salieron para recibir el largo y merecido aplauso que el público otorgó por este espléndido estreno.

Fin de semana para celebrar el Día Mundial del Teatro. Un Arte con mayúsculas al que desde hace algo más de un año un bicho minúsculo le viene aguando la fiesta. Propuestas como las de Desatino nos recuerdan la falta que nos hace reír y cómo esta emoción se desvanece al salir del teatro. Volveremos a reír dentro, y fuera también.

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