Muerte de un viajante | Crítica

Tanto tienes, tanto vales

Imanol Arias y Cristina de Inza, en un momento de 'Muerte de un viajante'.

Imanol Arias y Cristina de Inza, en un momento de 'Muerte de un viajante'. / IMAE / Gran Teatro

Treinta y dos meses. Casi mil días hemos tenido que esperar para que el Gran Teatro colgara su cartel de "no hay billetes" de verdad para ver una representación. La imagen del patio de butacas al completo sobrecogió del mismo modo tanto al público como al reparto de Okapi Producciones que se hizo cargo el pasado sábado de Muerte de un viajante.

Arthur Miller creó al personaje de Willy Loman para denunciar la estafa del sueño americano. Loman representa la cruz de la inmensa mayoría contagiada por la búsqueda del éxito en esta tierra prometida forjada por el sudor y sangre de sus pioneros. Cumplidos los 60 años, sin dinero ni trabajo, el viajante de profesión continúa cegado por esa ridícula ambición que tanto ha querido inculcar a sus propios hijos, los cuales le responden de forma dispar: Happy, el menor, lo intenta sin obtener aprobación de su progenitor. En contraposición tenemos a Biff, el mayor, al que el rencor hacia su padre por un oscuro secreto del pasado le empuja hacia una vida sin oficio ni beneficio.

Para potenciar más si cabe el ambiente de fracaso está la figura patética de Linda; abnegada esposa, madre y ama de casa incapaz de alzar la voz contra el patriarcado que ejerce Willy. Su ceguera le impide ver la realidad que le rodea, incluso al final, cuando manifiesta no comprender el suicidio de su esposo para cobrar el seguro y quedar libres de deudas.

Okapi Producciones se arma con artillería pesada y veterana para la puesta de largo de esta obra fundamental del teatro de siglo XX. La correcta adaptación de Natalio Grueso sobre el texto original queda plasmada sobre una excepcional escenografía y vestuario de Jorge Hugo Ferrari con el gris predominante y lleno de significado donde la vida en color no puede existir.

Sobre este marco interpreta a lo grande el equipo de actores y actrices de la obra. El grueso del espectáculo lo forma gran parte del elenco que representó El coronel no tiene quien le escriba, demostrando que la alta complicidad que lograron con la anterior producción les ha servido para ganar en confianza y aplomo para este nuevo espectáculo.

Cristina de Inza clava su papel de esposa sumisa y resignada. Jorge Basanta y Fran Calvo están fabulosos realizando dobles personajes. Al grupo se une la gracia de Virginia Flores con su mujer desenfadada y Carlos Serrano-Clark, que aporta jovialidad y frescura en su papel de Happy.

Casualidad, destino o planificación han querido que padre e hijo en la vida real suban sobre las tablas para esta ficción. El duelo interpretativo entre Willy Loman y su hijo Biff es la guinda de un pastel que puede endulzar o amargar la representación. Imanol Arias y su hijo Jon afrontan este reto interpretativo donde la hábil mano de Rubén Szuchmacher ha servido para conducir a todo el reparto a buen puerto y elevar el duelo Arias vs Arias a una cota que será recordada durante mucho tiempo.

Gracias al resto, y en especial a Jon, su padre brilla sin necesitar focos extra. Imanol arrasa con un papel que, pese haber sido creado antes de que el naciera, parece que le estaba esperando para ser representado.

¿De qué material esta hecho el éxito? ¿Cuál es el secreto y por qué no todo el mundo lo consigue? La obsesión por conseguirlo, los esfuerzos empleados y los medios para alcanzarlo son ingredientes difíciles de combinar en su justa medida. Primero porque cada persona enfoca su felicidad en diferentes objetivos. Lo segundo es que el tiempo y el entorno sea favorable. Y lo tercero, se me ha olvidado.

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