Cultura

Mísia en la calle Melancolía

Fecha: domingo 5 de julio. Lugar: Teatro de la Axerquía.

Las calles fluían en la noche como elemento de conexión con los sueños, con los sentimientos, con los recuerdos, con el dolor… y con la melancolía. Pero no eran calles cualesquiera. Sonaban familiares los pasos sobre su empedrado musical. Pasos sigilosos mientras suenan risas en las esquinas sin presentir que la fatalidad acecha. El fado es la fatalidad.

Es imposible escuchar a Mísia en la Axerquía y no desear estar perdido en las callejuelas de Lisboa, o mejor aún, de cualquier pequeña ciudad portuguesa (incluso me conformo con una gallega) de esas que apenas si salen en los mapas. En puertos o tabernas, acantilados o pensiones, en empinados callejones de ocre olor. Cada canción de esta portuguesa arrebatada por el fado es una calle, y todas conducen a la misma sensación agridulce de sentimientos encontrados y miradas húmedas. No es la primera vez que el fado se adueñaba de la noche de Córdoba, y cada vez que lo ha hecho el resultado ha sido denso y cautivador. Como con Mísia.

La presentación dentro del Festival de la Guitarra del nuevo disco de esta renovadora del género mágico de Portugal supuso un oasis en medio de la calurosa alerta naranja, entre flamencos, clásicos y rockeros. Como un paréntesis en los activos habituales de una cita anual que tiene a las seis cuerdas como motor. Mísia es fado pero también es teatro. Sus maneras estéticas (manos, gestos, ropajes) conforman una puesta en escena delicada y plácida que se entrelaza perfectamente con sus canciones, en una interpretación casi mística con la que esta mezcla imposible de mujer fatal y dama atormentada nos estremeció. A medio camino de Lisboa, con un poemario especial para esa ciudad, y a otro medio para alcanzar la leyenda de unos particulares turistas: músicos que se bebieron la vida de un sorbo, que se hicieron malditos, que vivieron al filo. Ambos homenajes, no por diferentes dejaron de ser cautivadores. Las dos mitades parecen lejanas entre sí, y por eso resulta increíble la naturalidad con la que se sucedieron en un escenario empapado en saudade. Y siempre, de por medio, la cuerda floja de la fatalidad.

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