Crítica de Teatrone

Sin Merlín no hay leyenda

Un momento de la representación de 'Merlín, la leyenda', el pasado viernes en el Gran Teatro.

Un momento de la representación de 'Merlín, la leyenda', el pasado viernes en el Gran Teatro. / jordi vidal

El Gran Teatro despidió el año y también la temporada (por su cierre durante el tiempo que dure la obra de adecuación para la accesibilidad) con el espectáculo Merlín, la leyenda y el público familiar agotó las entradas para verlo.

El musical se inspira en las leyendas artúricas, centrándose en parte de sus protagonistas principales. En la historia se presenta al joven Arturo desconocedor de su verdadero linaje ya que, siendo un bebé y con el fin de protegerlo de las garras de la bruja Morgana, el mago Merlín le confía su crianza a un herrero. Bajo esta humilde condición, Arturo pasa sus días hasta que se acerca la Semana fantástica en la que, según la leyenda, aparecerá el hombre capaz de sacar de la roca la espada Excalibur y proclamarse legítimo rey de Inglaterra.

Aun sabiendo que se acerca el momento de revelar a Arturo su verdadera identidad, Merlín necesita estar seguro de que su pupilo se encuentra preparado para ser un buen monarca. Como prueba de ello aparecerá Ginebra, una princesa rebelde y nada convencional de quien Arturo se enamora, a la que raptan y llevan a Ávalon por orden de la malvada Morgana. Arturo se arma de valor y gracias a la magia de Merlín consigue derrotar a Morgana, liberar a su princesa, empuñar a Excalibur y ser coronado como rey.

La producción cuenta con una extensa batería de equipo técnico y humano para representar la historia: escenografía modular, sonido bien tratado, iluminación con robótica, múltiples cambios de vestuario y caracterización; todo ello a servicio de un magnífico reparto de artistas jóvenes de gran talento para interpretar, bailar y cantar los temas musicales a ritmo de rock.

Liderando el elenco está Javier Gurruchaga como piedra angular que sostiene la obra y el mayor reclamo para el público adulto que acompaña a sus hijos al teatro. Su peculiar y portentosa voz unida a su característica manera de estar sobre la escena aporta la chispa de magia necesaria para crear un espectáculo redondo. Así lo reconoció todo el público presente con su extendido aplauso al finalizar la representación.

¿Quién hubiera sido Arturo sin Merlín? Posiblemente (en caso de haber existido) un rey entre otros tantos del que solo se conoce su nombre y poco más. Merlín representa el misterio, la naturaleza sobrenatural y mística que el ser humano tanto anhela para justificar su destino, dar sentido a los actos que realiza con el propósito de trascender más allá de su propia existencia. Siempre que la magia nos facilite ser mejor con los demás, sigamos creyendo en ella.

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