El patio de butacas al completo recibió con gran expectación al alumnado del Instituto Rydell en su regreso a las aulas tras las vacaciones de verano. Grease, el musical nos visita este fin de semana para conmemorar el 50º aniversario de su estreno.

Volveremos a ver el romance de Danny Zuko y Sandy Olsson, los tira y afloja entre T-Birds y Pink Ladies, el primer coche que es una carraca, las noches de chicas en pijama, las películas en auto-cine, la cultura emergente del fast food o los bailes de instituto al ritmo de temas que emite Vince Fontaine a través de la radio. Todo esto y más conectado a una cultura extraña a la adolescencia del siglo XXI y que, de otra forma, con paso inseguro camina por la delgada cuerda donde debe afrontar los problemas típicos de esa edad.

La producción llevada al castellano integra lo mejor del montaje original estrenado en escenarios de Broadway en 1972 y algunas piezas de la película de 1978 que lo transformó en el fenómeno mundial que ha transcendido hasta hoy. Respecto a la adaptación nos encontramos con una historia más edulcorada, afín al leguaje y las formas actuales donde no hay cabida para la comedia “gamberra” típica del humor de los años setenta y ochenta.

Más de veinte artistas sobre escena y otros tantos en el foso a cargo de la instrumentación deleitan al público con un musical dinámico, entretenido y lleno de calidad interpretativa. El público disfrutó a raudales y agradeció con un extenso aplauso el trabajo realizado por el reparto al finalizar la representación. La única falta fue el poco volumen usado a exterior de escena que a veces dificultaba seguir el hilo de las canciones.

Más de 50 años desde su primera representación y 45 de su estreno en gran pantalla. Grease ha marcado la vida de más de una generación y aún hace que el público, en su mayoría con más canas, se rasque el bolsillo por revivir con nostalgia sus años mozos. La juventud es el tiempo donde todo es posible. Eso dicen.