Maestros de capilla
Crítica de Música
ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA
Programa: Vicente Basset, 'Apertura a piu strumenti de violin y violongelo obligatto Bas. 8', 'Obertura para cuerda y bajo continuo Bas. 4'; Pedro Rabassa, 'Corred, corred pastores', 'Astro Nuevo, cantada al Santísimo'; Juan Manuel González Gaitán, 'Cantada a solo Voy buscando mi cordero', 'Cantada a solo Eternamente triste'; Antonio Ripa, 'Lamentación 2ª para soprano y orquesta'; Juan Manuel Valdivia, 'Si recatada, si traslúcida, área a solo con violines'. Soprano: Julia Doyle. Director y concertino: Enrico Onofri. Fecha: viernes 6 de noviembre. Lugar: iglesia de la Magdalena. Algo más de tres cuartos de entrada.
Los proyectos Atalaya constituyen una interesante iniciativa cultural común de las diez universidades públicas andaluzas. Uno de ellos se centra en la recuperación de obras musicales de archivos andaluces, escritas entre 1650 y 1850. En sus sucesivas ediciones desde 2009, el proyecto ha dado extraordinarios frutos en forma de libros, edición de partituras y conciertos.
El del pasado viernes, poco publicitado en mi opinión (La Magdalena no presentaba el lleno apabullante de otras convocatorias), ofrecía no pocos atractivos que fueron destacados por el fundador de la Orquesta Barroca de Sevilla y contrabajista de la misma, Ventura Rico, y por la vicerrectora de la UCO Rosario Mérida. Esos atractivos se basaban en la música, de una alta calidad media, y su interpretación: solista, director e intérpretes magníficos.
La música giraba en torno a la figura del maestro de capilla Pedro Rabassa (Barcelona, 1683-Sevilla, 1767), quien trabajó para la catedral de Sevilla desde 1724 hasta la fecha de su muerte. De él se ofrecieron el encantador villancico Corred, corred, pastores, uno de cuyos números fue ofrecido de nuevo al final del concierto como bis, y la cantada (sí, la forma musical cantata tiene también un nombre español) al Santísimo Astro Nuevo. Junto a las de Rabassa, sonaron también obras de otros maestros de capilla de las catedrales andaluzas. En la de Córdoba trabajó Juan Manuel González Gaitán (1716-1804), autor de transición estudiado por la profesora Asunción Onieva Espejo, del que se interpretaron las cantadasVoy buscando mi cordero y Eternamente triste. Hubo también obras de Vicente Basset, un violinista que trabajó en Madrid a mediados del siglo XVIII. Sus aperturas (seguimos aprendiendo terminología española) números 8 y 4, copiadas para el secretario del embajador de Suecia en Madrid, abrieron brillantemente las dos partes del concierto. Y más obras vocales de Antonio Ripa (1718-1795), maestro de la seo hispalense, y de Juan Pascual Valdivia, que pasó más de 50 años (1760-1811) como maestro de la Colegial de Olivares. Su área (aria) Si recatada, si traslúcida me pareció maravillosa, digna de figurar en los programas habituales de música barroca.
En esta obra de Valdivia pudimos admirar la maestría de los dos solistas de la velada: la soprano Julia Doyle, de maravillosos voz y estilo, y el veterano violinista y director italiano Enrico Onofri, conocido especialista en los repertorios barrocos, de expresividad y buen gusto cautivadores. El resto de los músicos de la OBS (varios de ellos cordobeses, por cierto) estuvieron soberbios. Me gustaría destacar especialmente la sección de bajo continuo: Mercedes Ruiz (violonchelo), que también tuvo intervención solista, Ventura Rico (contrabajo), Sara Águeda (arpa), a quien no favoreció la inadecuada acústica de La Magdalena, y Alejandro Casal (clavecín y órgano).
Si la vida cultura cordobesa no pareciera consistir en tantas ocasiones en una ridícula guerra de guerrillas entre capillas poco musicales, este concierto habría tenido lugar en otro recinto más adecuado (¿por qué no el lugar para el que algunas de las obras fueron compuestas?), habría tenido una publicidad acorde a su calidad y habría congregado a un mayor número de cordobeses. Otra vez será.
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