Luis Antonio de Villena rescata sus recuerdos de infancia y juventud

El escritor madrileño presenta en Córdoba el primer volumen de sus memorias

Luis Antonio de Villena, con su libro.
Luis Antonio de Villena, con su libro.
A. A. Córdoba

21 de noviembre 2015 - 05:00

Luis Antonio de Villena cuenta su vida. Y ordenadamente empieza por la infancia y la juventud, los dos tramos a los que dedica El fin de los palacios de invierno (Pre-Textos), libro en el que narra "cosas que nunca se habían contado", algunas de ellas procedentes de su relación con otras figuras de la cultura española como Vicente Aleixandre. El escritor presentó ayer la obra en la librería La República de las Letras, después de participar en la última jornada del seminario de La Manzana Poética.

De la familia y los amigos a la vida universitaria y los inicios en la literatura, De Villena revela un vector de vida en capítulos "cerrados" que pueden leerse "como pequeños cuentos". Unos años en los que, indicó la profesora de la Universidad de Córdoba María Ángeles Hermosilla, afloran con fuerza elementos que serán determinantes en su vida: la lectura, que le sirve para huir del paisaje "grisáceo" de aquellos años "y de sacerdotes que acosaban", la escritura y el viaje.

El madrileño repara en sus primeras amistades en el colegio El Pilar y posteriormente en la Universidad. Entre ellas, Luis Alberto de Cuenca y su entonces novia Rita, fallecida poco después en un accidente de tráfico. Los tres iban "a todas partes juntos", pero hubo un tiempo de separación entre los dos poetas por la tendencia de Villena a buscar otras amistades con las que satisfacer su gusto por el decadentismo, el malditismo y los "vicios". Después de unos meses de enfriamiento se reconciliaron y siguen siendo amigos.

"Los estudios tenían entonces un nivel mucho más alto que ahora", indicó De Villena en la presentación, en la que Hermosilla puso de manifiesto sus fuertes vinculaciones con Andalucía y Córdoba y su devoción por el grupo Cántico. "A principios de los 70 Cántico no existía, nadie tenía ni idea de qué era eso, era una cosa totalmente desaparecida, era imposible encontrar sus libros", anotó el poeta, que había leído por primera vez a Ricardo Molina y Pablo García Baena en una antología de finales de los 50. "Julio Aumente, que era el único que vivía en Madrid, se sorprendió cuando lo llamé porque quería conocerlo. Pensaba que la literatura era algo que ya no tenía que ver nada con él", recordó.

De Villena se sirve, explicó la profesora, de "mecanismos propios de la narración" para construir unas memorias "no al uso" que "se leen de un tirón".

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