Cultura

Liberad a Tintín

  • La presión que ejerce la sociedad gestora de los derechos del personaje, Moulinsart, preocupa a los expertos en la obra de Hergé

Tintín es un reportero de la crónica rosa que no pone el más mínimo reparo en ejercer de turista sexual en la Tailandia más perversa. Es un hombre con un oscuro pasado, vinculado con el régimen nazi, el I.R.A. y los movimientos revolucionarios sudamericanos. Esta sería la biografía de la creación más célebre de Hergé (Etterbeek, 1907-Woluwe-Saint-Lambert, 1983) si la trazáramos a través de la multitud de cómics y relatos apócrifos protagonizados por Tintín. Y es que Tintín es más que un personaje de tebeo: es un icono del siglo XX, y como tal ha sido objeto de infinidad de estudios y acercamientos (desde todas las ópticas) a su figura en sus casi ochenta años de existencia.

Y aquí es donde empiezan los problemas. Porque Tintín es también una marca registrada, propiedad de la sociedad Moulinsart, entidad que gestiona los derechos del personaje desde la muerte de Hergé. Encabezada por la viuda de Hergé, Fanny Rodwell, Moulinsart protege con un celo extremo la figura del joven reportero y no tiene reparos en emprender acciones legales contra cualquier artista que se atreva a usar la imagen de Tintín sin su expreso consentimiento.

La posición de Moulinsart se ha endurecido en los últimos dos años, coincidiendo con la noticia del proyecto que prepara la productora Dreamworks para llevar las aventuras del personaje a la gran pantalla. Y es que una película con el sello de Steven Spielberg en los créditos es un pastel demasiado jugoso al que Moulinsart no está dispuesta a renunciar bajo ningún concepto.

Uno de los últimos afectados por el férreo marcaje de los herederos de Hergé ha sido el editor español Paco Camarasa, responsable de Ediciones dePonent. Uno de los títulos de su catálogo, Tintín y el loto rosa, obra de Antonio Altarriba, se ha convertido en una pieza de coleccionista, puesto que Moulinsart ha conseguido que se prohíba su reedición. La primera tirada, de mil copias, se encuentra casi agotada. Uno de los capítulos del libro ofrece un relato sobre un Tintín maduro, que ha perdido a Milú y se ve obligado a ejercer de cronista del corazón. Un Tintín que descubre su sexualidad y deja su atrás su sempiterna virginidad. Mulinsart consideró que el relato "pervertía la esencia del personaje" y presionó para que la cadena Fnac retirara la obra de sus expositores. Camarasa se vio obligado a renunciar a la reedición para no tener más problemas con los fieros abogados de la sociedad.

Y es que el sexo fue el mayor tabú de Hergé, que ni siquiera rozó el tema en su obra. No es de extrañar, por tanto, que cómics como La vida sexual de Tintín, de Bucquoy y Vidon (que incluso planteaba sin reparos las supuestas vinculaciones de Hergé con el régimen nazi) o Tintín en Tailandia, de Bud E. Weyser, fueran blanco de las iras de Moulinsart, que hizo cuanto pudo para prohibir la distribución de ambos álbumes.

Si bien es comprensible que Moulinsart ejerza su poder cuando se trata de temas tan delicados, voces autorizadas como las de dos de los mayores expertos en la obra de Hergé, Benoît Peeters y Pierre Sterckx, argumentan que la presión asfixiante de Moulinsart empieza a cruzar el límite de lo razonable. Dos ejemplos: Bob García, otro ilustre estudioso de Hergé, fue condenado apagar 18.000 euros a la sociedad por haber utilizado para la ilustrar las portadas de varios de sus libros la imagen de Tintín y otros personajes de la serie. Y uno de los mejores portales sobre Tintín, objectiftintin.com, tendrá que dejar su actividad el próximo 15 de septiembre. Moulinsart alega que tomó esta decisión para mantener "la gran tolerancia" que había tenido con los responsables de la web, al permitir hasta la fecha el uso no autorizado de los personajes de Hergé y la no inclusión del copyright en las imágenes.

Ante esta situación, cabe preguntarse si Moulinsart no está cometiendo un grave error con su vigilancia draconiana, pese a ser la detentora legal de los derechos de Tintín. Y es que es inevitable preguntarse cuál sería la posición del propio Hergé ante todo esto.

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