José María Merino firma una historia de amor y deslealtades

José María Merino.
José María Merino.
Efe / Madrid

13 de noviembre 2012 - 05:00

Desde hace años, José María Merino tenía "muchas ganas" de escribir una novela de amor, y a ese género pertenece su libro El río del Edén, una historia de amor, traiciones y deslealtades en la que también cobra protagonismo la naturaleza, "impávida" e indiferente ante cuanto sucede en ella.

"Vivimos en una cultura de la deslealtad y de la palabra equívoca: sería muy buena una cultura de la lealtad. Los primeros que tendrían que empaparse de ella son los políticos", afirma Merino, que recupera otra de sus obsesiones: el tema del doble.

Publicado por Alfaguara, el libro pertenece a esa serie de los espacios naturales que Merino empezó con El lugar sin culpa y que, en cierto modo, siguió con La sima.

Coruñés de nacimiento y leonés de corazón, este escritor y académico de la Lengua eligió un río para su nueva novela porque también le gusta, "desde el punto de vista metafórico, la idea del río como algo pasajero, al mismo tiempo que siempre está".

"Es como la memoria y el olvido. El río tiene ese significado de lo que fecunda y del abandono, lo que queda y lo que pasa", explica Merino, uno de los narradores españoles de mayor prestigio.

Eligió el alto Tajo "por su belleza natural" y porque la laguna de Taravilla es territorio de leyendas. En ella el conde don Julián, "el gran traidor", arrojó sus tesoros, arrepentido de haber facilitado la entrada de los árabes en España.

Merino recorrió la zona durante un largo fin de semana con su mujer y quedaron "impresionados por las aguas tan misteriosas de la laguna, con ese color especial que tiene. Era el lugar idóneo para contar una historia de amor; es una especie de paraíso y la novela es una metáfora del Edén".

En esos parajes, Daniel y Tere, los protagonistas, vivieron una apasionada historia de amor cuando eran jóvenes. Tras la muerte de su mujer a causa de un desgraciado accidente, Daniel vuelve a recorrer ese camino acompañado por su hijo Silvio, un adolescente con síndrome de Down. Ambos quieren depositar en la laguna la urna con las cenizas de la fallecida.

Durante la caminata, Daniel irá recordando su relación con Tere, las traiciones que lo llevaron a perderla y, también, su rechazo durante años de la deficiencia de su hijo.

"El viaje es como un camino de redención", asegura Merino. "Daniel ve que ese camino le está sirviendo para mirar de otra manera a su hijo y para redimirse de sus culpas. El recorrido le va ayudar a asumir lo que pasó y a reconciliarse con su memoria", señala el autor de La orilla oscura.

La novela está escrita en segunda persona y Merino conoce "el riesgo de haberlo hecho", porque "la segunda persona tiende a detener la narración". Pero cree que funciona porque es "como si una mirada exterior estuviese entrando dentro de Daniel, de lo que piensa, de lo que recuerda y le reconcome".

En medio de ese juego de traiciones y ocultaciones surgió el personaje de Silvio, cuyas intervenciones constituyen algunos de los momentos más emocionantes del libro.

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