José Calvo Poyato: "La I República fue un gran fiasco y por eso muchos no quieren ni recordarla"
Literatura
En 'El año de la República', el periodista Fernando Besora investiga la desaparición de dos valiosos libros de la Biblioteca Nacional, en un contexto político en el que Amadeo de Saboya abdica y en España se proclama un nuevo régimen
Llega de nuevo a las librerías con El año de la República, una obra en el que el autor egabrense recupera al personaje de Fernando Besora (Sangre en la calle del Turco), pero convertido ahora en director del periódico La Iberia para adentrarse en un periodo de la historia de España convulso, “del que se ha escrito muy poco”, como reconoce José Calvo Poyato.
-Este es su libro número…
-Entre ensayos y novelas creo que es el número 48, pero como novela firmada por José Calvo es la 18 desde que publiqué la primera en 1994. Pero bueno, piense que esta obra se centra en el 1873, un año en el que por ejemplo Galdós publicó cuatro Episodios Nacionales. Y eso que no tenía internet ni máquina de escribir.
-Besora vuelve, pero ahora ya no como plumilla, sino como director de periódico, tras un ascenso meteórico.
-El ascenso de Besora ha sido muy rápido por dos circunstancias. La primera porque su antiguo director, Clavero, se ha marchado, y en segundo lugar porque el periodista que le sucede como director muere inesperadamente y eso es lo que permite que Fernando Besora llegue al cargo.
-¿Por qué la I República? ¿Está vinculado al hecho de que en 2023 se cumplen 150 años de su proclamación?
-Yo creo que hay mucho más que eso. El siglo XIX siempre me ha parecido apasionante. Creo que debemos ir conociendo hitos de ese tiempo. Adentrarme en el primer ensayo republicano que hubo en nuestro país me parece atractivo y, además, poco conocido. Para muchos queda que fue el tiempo de los cuatro presidentes -Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar- y que Pavía acaba con la República. Pero ahí hay mucho más, que es lo que yo he pretendido llevar al lector.
-Es un periodo que pasa muy desapercibido hasta en los libros de textos, histórico pero también histérico.
-Lo que pasa es que la I República fue un fiasco. Muchos republicanos habían prometido una especie de Edén que se materializaría simplemente con la proclamación del nuevo régimen y solían achacar todos los males del país a la existencia de un rey. Cuando eso no se produce, el propio Castelar se lo echa en cara en un magnífico discurso. Y como fue un gran fiasco, muchos no la reivindican, no quieren ni recordarla. El gobierno de entonces tuvo que enfrentarse a problemas muy graves, como son tres guerras: una en Cuba que venía del año 68, la guerra Carlista y la guerra cantonal. No hubo homogeneidad entre los republicanos, con posiciones muy diferentes. Pi y Margall, que era un hombre sensato, cree en una república federal y Castelar no, aboga por una unitaria.
-Ni los más vehementes republicanos de hoy hacen referencia a ese periodo.
-No es que no defiendan esta república, sino que no muestran interés por ella, por el propio fracaso que supuso. Yo creo que la I República se proclama como una salida porque no se encuentra otra. La abdicación de Amadeo de Saboya, que había amagado varias veces con hacerlo, no dejó otra alternativa. Y eso significaba que no había un respaldo social lo suficientemente fuerte como para sostener ese sistema, tenía poca base social. Castelar lo dice en uno de sus discursos.
-En el libro se aborda el movimiento cantonal, con Cartagena como gran símbolo, pero en Andalucía también surgió.
-En Sevilla, Cádiz, Málaga, Granada o en Écija, donde también hubo otro cantón. Y muchas localidades andaluzas se sumaron luego. Tuvo importancia, hasta el punto de que el gobierno manda a Andalucía al general Pavía a aplacar esos movimientos y en Sevilla hubo una resistencia considerable, donde los cantonales se apoderaron de la Maestranza de Artillería, aunque en Cádiz fue algo menos. En Málaga hubo muchos problemas porque el cantón no lo proclaman los llamados intransigentes, sino los federalistas de la línea de Pi y Margall y por lo tanto no se entró en la ciudad a sangre y fuego, que era lo que pretendía Pavía. De hecho, el de Málaga es el que más resiste junto al cantón de Cartagena.
-Cuando se novela la historia, ¿cómo equilibra la ficción con los hechos?
-El término novela histórica lleva el sustantivo en novela y el adjetivo en histórica, por lo tanto no podemos perder de vista que lo que uno tiene entre manos es una novela. Pero para ello tiene que tener una serie de características que yo no digo que no se puedan incumplir, pero entonces no sería una novela histórica. Los hechos no se alteran y hay que guardar fidelidad a la historia para reflejarla en el texto. En cuanto a los personajes de ficción, tampoco pueden alterar los hechos y tienen que reunir una serie de características fundamentales, como ser verosímiles e insertarlos en la época en la que viven en cuanto a creencias, principios y valores. Tú tienes que recoger en esos personajes el espíritu de la época.
-Y requiere también de una buena documentación.
-Por supuesto. Y además tienes que cuidar mucho los detalles, porque el lector de novela histórica se fija en ellos. Si yo digo por ejemplo que en Madrid había tranvías, tenía que haberlos en el año 1873, porque alguien te lo va recordar si no es así. El protagonista de El año de la República, Fernando Besora, es periodista y yo me he leído varios libros para ver cómo eran las redacciones de la época. Por cierto, he descubierto que había becarios, a los que llamaban plumillas. Las tertulias también son muy importantes porque había grandes tertulias en los cafés de Madrid. Yo he creado una en el libro en la que he llevado a Galdós y a Juan Valera. Galdós me interesaba por sus Episodios Nacionales y Valera porque entonces estaba escribiendo, seguro, Pepita Jiménez, que la publica en marzo de 1874. Me parecía muy atractivo una conversación entre ambos sobre qué título le vas a poner a esa novela.
-En este libro, como en otros suyos, conviven personajes ficticios, a los que el autor les da forma, con otros reales. A esos últimos, ¿usted los juzga?
-Yo procuro no hacerlo. En esta novela aparece Pi y Margall como un federalista que quiere crear una república federal y Castelar lo hace como un republicano unionista. Yo no puedo alterar la historia y no lo hago. Cuando es ficción, pues yo ya creo personajes buenos, malos o gente que es leal, con un perfil que me permite jugar y transmitirlo al lector.
-Usted dice que dice que el escritor se aísla del mundo que lo rodea cuando trabaja. ¿Hasta qué punto?
-Yo procuro escribir en unas horas en las que no suenan los teléfonos. Me levanto a las 06:30 y mi casa está tranquila, no hay ruidos y puedo concentrarme, porque a partir de determinadas horas es ya más complicado. Para documentarte tienes que tener mucha tranquilidad y meterte en ese mundo.
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