Cultura

Historia literaria de una posesión

  • El escritor publicó en 1991 'Córdoba de los Omeyas', un libro en el que revisa la etapa de dominación islámica y que le permitió afrontar nuevos retos en su trayectoria

"Para escribir sobre una ciudad hace falta haber sido previamente poseído por ella". La frase corresponde al primer capítulo de Córdoba de los Omeyas, el libro que a finales de los años 80 (fue publicado en 1991) Antonio Muñoz Molina escribió sobre la ciudad por encargo del editor Rafael Borrás para Planeta. Con un conocimiento escueto de la materia (un par de viajes lejanos y breves) y un equipaje de libros presidido por Borges y Walter Benjamin, el escritor, que entonces residía en Granada, llegó a Córdoba dispuesto a afrontar un proyecto que en principio le generaba dudas (incluso sugirió una alternativa: Tánger) pero que resultó fundamental para su futuro. Le permitió, según declaró en la nota a la edición revisada de 2007 (Fundación José Manuel Lara), desprenderse de las "rutinas más queridas, es decir, las más peligrosas", y le proporcionó "la ruptura estética" que necesitaba para, después de culminar un ciclo novelístico desarrollado en los cuatros años anteriores con tres obras (Beatus Ille, El invierno en Lisboa y Beltenebros), acometer otros empeños, el primero del cual se materializó en uno de sus títulos mayores, El jinete polaco, premio Planeta. "De algún modo -reveló-, el salto de ambición y amplitud al que me atreví en esa novela me fue posible gracias al esfuerzo imaginativo que me había sido necesario para visualizar el mundo extinguido de aquella ciudad".

Y fue un ejercicio de posesión, de dejarse poseer: caminó, leyó, interpretó, acabó "entusiasmado hasta un punto de intoxicación". No vulneró el necesario rigor histórico pero tampoco sus impulsos irrefrenables de escritor. Leído más de tres lustros después, el ubetense observó "quizás un exceso de literatura y de romanticismo". Córdoba de los Omeyas es una crónica literaria de la dominación islámica de la ciudad desde el año 711 hasta la demolición del Califato. Muñoz Molina viajó a Córdoba en septiembre de 2007 para presentar, en el Alcázar de los Reyes Cristianos, la versión corregida (con casi un centenar de imágenes a color) que publicó la Fundación Lara en su colección Ciudades andaluzas en la Historia. Allí destacó la figura de Abderramán I, del que dijo que "ni Ulises tiene aventuras tan disparatadas", y enumeró curiosidades sobre San Eulogio, Abderramán III y Almanzor. Y afirmó que, si tuviera que escribir de nuevo el libro, sería fiel a los hechos históricos pero cambiaría el estilo.

El capítulo introductorio de la obra aporta algunas claves sobre cómo era la ciudad a finales de los años 80: "Yo conocí una Córdoba de serenidad y penumbra, de silenciosos jardines y caudales de agua (...), y también vi una ciudad de bloques de pisos y avenidas triviales, y una desolada Córdoba en la que se oscurecía prematuramente la tarde y olía a meadas de borrachos y a ladrillos podridos de humedad". Se detiene en la Corredera, "una hermosa plaza inmediatamente desmentida por la suciedad y la pobreza", constata que "las únicas ruinas tristes de Córdoba son las actuales" y lamenta que "la lógica extravagante del turismo" haya convertido la ciudad "en un lugar de paso". En cualquier caso, la inseguridad iba desapareciendo con el paso de los días: "Yo veía mi libro en las calles de Córdoba".

El extraordinario capítulo inicial ("Córdoba es un pergamino rasgado y pulido muchas veces que revela al calor del fuego una escritura invisible") da paso al recorrido histórico. Muñoz Molina relata el "paradójico destino" que convirtió "en persecución y aventura" la vida de quien llegaría a ser Abderramán I; explica cómo "la ciudad que había sido un solar de ruinas y la capital de una provincia lejana" se transforma "de pronto en el sueño materializado de un hombre" que hizo de ella "la sede de un reino precario y menor y no supo que había fundado la capital de Occidente"; pasea por una Córdoba de los Omeyas que "se hizo grande y poderosa para ser luego asolada" en compañía de los sucesivos emires y califas y de Ibn Hazm, Ziryab, San Eulogio, Hasday ibn Shaprut, el eunuco Tarid, la esclava Subh..., hasta llegar al arrasamiento: "No hay un otoño de la grandeza de Córdoba, no hay una lenta curva de declinación , como en las postrimerías de Roma, un presentimiento gradual de fracaso: Córdoba se hunde de pronto como el sol en los trópicos (...), presa de una especie de castigo bíblico sin misericordia, de una desgracia súbita". Qué poca distancia entre el esplendor y el ocaso, la grandeza y la devastación. Una historia que merecía ser contada por Muñoz Molina.

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