Handke, post-impresionista
Peter Handke. Traducción de Eustaquio Barjau. Alianza, Madrid, 2011. 705 páginas. 26,50 euros.
Es fácil suponer que Handke haya querido emular a Goethe en estas páginas. Su Viaje a Italia, iniciado en septiembre de 1786, prefigura ya la crónica erudita y un vago folklorismo del XVIII a nuestros días. Sin embargo, aquel rubor primero del Romanticismo, principiado en Goethe -el paisaje, las ruinas, el silencio abrumado del crepúsculo-, adopta en Handke una forma muy diversa. Lejos del suave acuarelismo de su predecesor, Handke no busca la acotación precisa de una imagen. Digamos que Handke, más allá de Proust, ha encontrado en el centelleo de la visión, en el azaroso prisma de la memoria, una superación de la técnica y el modo impresionistas.
Para el lector de Proust, no es ningún misterio cuanto acabamos de decir. En busca del tiempo perdido no es una descripción objetiva, una mirada cenital sobre el propio pasado; en sentido inverso, se trata de un relato urdido con los mecanismos del recuerdo y la acción deformante de la memoria. Handke, en Ayer, de camino, ha prescindido ya de cualquier relato. En su última novela nos presentaba a un Don Juan sumido en la perplejidad y el tedio. En este libro de viajes, libro fraguado en numerosos lugares, a lo largo de numerosos años, Handke adopta un estilo sucinto, epigramático, de profundo lirismo, donde hombres y cosas, el propio narrador, se muestran en un parpadeo celérico, para abismarse de inmediato en lo oscuro. En cierto modo, Handke es un impresionista que ha eliminado el marco y el motivo, así como la distancia entre el pintor y el cuadro.
Toda la realidad que aquí se muestra, se muestra a través de Handke. Y esa realidad, grave o intranscendente, viene expresada como huella de otra realidad enigmática. Sus notas sobre el arte atienden a este concepto. Aun así, son el meteoro, la arboleda, la brisa, el batir de las olas, el tañido nocturno de campana, quienes parecen construir el mundo silencioso, sutil, de Peter Handke. Un mundo problemático y esquivo. Quiero decir, poético.
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