cosmopoética 2012 Nexos entre dos generaciones fundamentales

García Baena subraya el papel de los 'novísimos' en el rescate de Cántico

  • El autor cordobés participa en una mesa redonda junto a Pere Gimferrer y Guillermo Carnero para hablar sobre la influencia que el grupo cordobés tuvo en los jóvenes renovadores de la poesía de los 60 y 70

"Ni Cántico ni Pablo García Baena intentaron ser maestros de nadie", aclaró el autor de Antiguo muchacho al empezar su intervención en la mesa redonda sobre el influjo del Grupo Cántico en los novísimos, que se celebró ayer en la Sala Orive enmarcada en Cosmopoética. "Yo hablaría de afinidades" principalmente en la búsqueda de "un lenguaje que no fuera la vulgaridad de la palabra de aquellos años", añadió Pablo García Baena.

El poeta recordó ayer la estrecha relación que los autores de la generación de los novísimos tuvieron con los de Cántico en los años setenta, cuando el grupo cordobés había caído en el olvido. Gracias a esto comenzó la revalorización de Cántico, y principalmente debido a la labor de Guillermo Carnero, que en su libro El Grupo Cántico de Córdoba recuperó "a unos poetas olvidados y poco serios".

Entre ambas generaciones se mantuvo "una amistad a lo largo de los años" que perdura hasta hoy, como demostraron ayer Pere Gimferrer, Guillermo Carnero y García Baena en esta mesa redonda de Cosmopoética, que fue presentada por José Luis Rey y Juan José Lanz.

El autor cordobés retrocedió en el tiempo hasta la publicación del último número de la segunda etapa de la revista Cántico, en 1957, en el que "se advierte el final". Fue como "cumplir con un ejemplar de puro trámite".

Tras su actividad en los años 50, en la siguiente década "la dispersión y el olvido los lleva hasta el silencio". Son años "duros" en los que Ricardo Molina se vuelca con el flamenco, Juan Bernier con la arqueología y Julio Aumente y el mismo García Baena desertaron y marcharon de Córdoba a Madrid y Málaga. "El único fiel fue Mario (López), allá desde su campiña en Bujalance", manifestó el autor de Los Campos Elíseos.

Sólo pudo unirlos la muerte de Ricardo Molina en 1968, cuando se acudieron a su funeral. Pocos días después Pere Gimferrer publicó en la revista Ínsula la elegía En la muerte de Ricardo Molina, fruto de la fecunda y amistosa correspondencia que ambos habían mantenido.

De ahí los recuerdos del autor cordobés saltaron a sus tiempos en Torremolinos y a la "tienda de trastos" El Baúl, que regentaba junto a Pepe de Miguel y "a la que llegaban los jóvenes poetas". "Ellos traen el mundo a Torremolinos, aunque la vida está allí" con sus "noches de ginebra y humo de tabaco", aseguró.

Jaime Siles fue uno de esos jóvenes poetas que propiciaron "el primer contacto" entre el nuevo resurgir y Cántico. Luego fue Guillermo Carnero el que los visitó en El Baúl. Pero "el que llegaba era un amigo" -puesto que ya habían mantenido una fluida correspondencia- que les advirtió: "Vengo a trabajar y no a tomar copas". El resultado fue el libro El Grupo Cántico de Córdoba, publicado en 1976 y con una segunda edición en 2007.

García Baena también habló de otros novísimos con los que ha mantenido "una verdadera amistad" como Antonio Colinas o Luis Antonio de Villena, que publicó El fervor y la melancolía, una antología que incluye a Pablo García Baena, Ricardo Molina, Juan Bernier, Mario López, Julio Aumente y Vicente Núñez.

Por su parte, Carnero resaltó que García Baena es "el más importante, el más señero del Grupo Cántico", y que llegaron a él por la búsqueda de un discurso poético que rompiera con el estilo imperante en los años 60. La generación de los novísimos huía de las "dominantes referencias a lo contemporáneo y a la anécdota vivida", buscaban "algo diferente al lenguaje de la comunicación inmediata", es decir, rechazaban la idea de que "la poesía es más legítima cuanto más cerca está de la lengua estándar", y querían "superar el pacto neorromántico" que consistía en "acortar la distancia entre el autor como persona y el yo lírico".

Para finalizar, Gimferrer recordó su relación epistolar con Ricardo Molina, al que admiraba tanto que incluso intentó -sin éxito- en 1967 y como miembro del jurado que el Premio Nacional de Poesía recayera en el pontanés. Además, destacó la figura de García Baena, "poeta decisivo en la poesía española, hispánica e ibérica".

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