Excelente Juanjo Mena

Bajo el enigmático título de Cien años de soledad (no acierto a ver su conexión con el programa musical interpretado), la Orquesta de Córdoba ofreció un magnífico segundo concierto de abono que entusiasmó al público que llenaba el Gran Teatro. Atraían el programa, la presencia de una reputada soprano y, sobre todo, la batuta brillante de Juanjo Mena, uno de nuestros más internacionales directores. Y nada defraudó. A la delicia de las sinfonías de Haydn y Schumann, el programa sumaba la novedad de las obras de Juan Crisóstomo Arriaga (1806-1826), ambas de gran interés musical. La cantata Herminia es un prodigio de pintura musical de emociones casi inconcebible en un compositor tan joven. La soprano noruega Berit Norbakken Solset estuvo soberbia, resolviendo con sobrados recursos las exigencias de la obra (de ésta y de la precedente) y emocionando en no pocas ocasiones con una musicalidad de altura.

Juanjo Mena extrajo maravillas de la Orquesta de Córdoba. Nada más arrancar Haydn, uno notaba un fraseo de la cuerda lleno de frescura y ligereza que transmitía una enorme sensación de belleza. Ello continuó, con pocas excepciones, durante toda la sinfonía y toda la primera parte. Y aumentó, si cabe, en Schumann dando lugar a una ejecución memorable.