Escuchando el fagot

Antonio Torralba

15 de noviembre 2014 - 05:00

Tercer concierto de la temporada de abono. Programa: Carl Maria von Weber, obertura El cazador furtivo,Concierto para fagot op. 75 en fa mayor; Wolfgang Amadeus Mozart, Sinfonía n. 39 en mi b mayor. Solista: Sara Galán, fagot. Director: Lorenzo Ramos. Fecha: jueves 13 de noviembre. Lugar: Gran Teatro. Lleno.

Además de reunir tres obras maravillosas, la velada orquestal del jueves parecía invitarnos a escuchar el fagot. A prestar atención a este singular instrumento de viento, que a pesar de su evidente presencia física (137 centímetros), pudiera pasar desapercibido a la sombra del protagonismo sonoro de otros aerófonos más populares: entre los de lengüeta simple, el clarinete; entre los de doble lengüeta, su pariente agudo el oboe. En efecto, el fagot posee características tímbricas parecidas al oboe. Su registro grave es, sin embargo, potente y lleno. Es un buen bajo para el resto de las maderas y también para las trompas. El registro medio es más delgado y de color más neutro, pero se combina perfectamente con cellos y metales; en el agudo da óptimo resultado concertado con la flauta.

Prácticamente todas esas bondades pudieron apreciarse, no sólo en el concierto en el que nuestro instrumento actuó como solista, sino también en las dos espléndidas obras maestras que lo enmarcaron: la célebre obertura de El cazador furtivo y la antepenúltima de las sinfonías de Mozart. En la primera, pudimos escucharlo por ejemplo junto al clarinete en el tema de la desesperación de Max; y en Mozart nos deleitó especialmente en el Finale, mostrando a veces su facilidad para el tono burlón.

Obviamente, fue en el concierto de Weber en el que el fagot lució todas sus posibilidades. Y lo hizo gracias a las extraordinarias musicalidad y técnica de la fagotista Sara Galán, que nos cautivó de principio a fin con su sonido, la sutileza de sus articulaciones y un manejo asombroso de la dinámica incluso en los registros en que este recurso no es nada fácil en el instrumento.

La Orquesta la acompañó con maestría. Y estuvo también muy acertada en las otras obras. La lectura que hizo Ramos de la grandiosa sinfonía me pareció de gran elegancia y me hizo salir del Gran Teatro, una vez más, con ganas de volver.

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