Gala XXII Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba | Crítica

Entrega de premios del Concurso

El Perrete, en uno de sus cantes.

El Perrete, en uno de sus cantes. / Laura Martín

La gala de entrega de premios del XXII Concurso Nacional de Arte Flamenco, el sábado pasado, causó satisfacción a cuantos la presenciamos, con el Gran Teatro ocupado con digna representación de la afición y la importante presencia de familiares de los participantes en el escenario. Naturalmente, no faltaron las autoridades correspondientes y el espectáculo comenzó con la bienvenida y proclamación de los galardonados, incluyendo una representación de los finalistas que, en el transcurso de la ceremonia, comparecieron al ser llamados a escena para actuar en unos casos y recibir el premio en otros.

Así, los tres primeros ganadores elegidos hicieron su aportación cuando por el turno convocado ocuparon su puesto, mostrando el repertorio con el que fueron seleccionados por el jurado en la fase de opción a premio.

En primer lugar, Florencia Oz, de Santiago de Chile, para bailar por seguiriya, como luego para clausurar las actuaciones del espectáculo, con nueva salida, empleándose con la caña. Ambas exposiciones con elegancia y fuerza en la colocación de brazos y airosos movimientos de manos, verticalidad, punta y tacón, y desplazamientos de otros precisos pasos en el escenario, además del elegante porte y vestimenta, entre ellas la complementaria y vistosa bata de cola.

Después subió al escenario El Perrete, de Badajoz, que hizo malagueñas y abandolaos, seguiriyas de Cádiz y cabal de los Puertos, y tangos extremeños acordándose de su paisano Porrina -ya comentamos en la anterior crónica los matices de su voz afillá y muchas referencias modulando al estilo de otros cantaores pacenses-, sobresaliendo siempre, aunque esa noche por mor de tan brusco cambio de las temperaturas, llegase un poco tocado.

Y, como demandaba el celebrado cartel, llegó de Granada el guitarrista José Fermín Fernández con su sonanta para acometer su concierto con la taranta La Unión y después las bulerías Alquimia. Una gustosa exhibición de punteos, picados, acordes y falsetas, denotando su oficio y prestigio ejecutando, con su apostura y facilidad para transmitir, logrando que el respetable supiese apreciar su música a prueba de los más exigentes.

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