Duelo en el OK Corral


John Scofield (guitarra), Kurt Rosenwinkel (guitarra), Ben Street (bajo), Bill Stewart (batería). Fecha: miércoles 4 de julio. Lugar: Gran Teatro. Tres cuartos de entrada.
Dicen los que entienden que Metheny, Frissell y Scofield pueden ser considerados los mejores guitarristas de jazz de la actualidad. ¡Un momento!, incluyan a Rosenwinkel. Pues entonces, el miércoles, dos de los más sobrados maestros de las seis cuerdas jazzis estaban sobre el Gran Teatro de Córdoba con sus guitarras, sin quitarse ojo de encima, dispuestos a dar de qué hablar. Scofield asumiendo protagonismo, dirigiendo el asunto con su habitual compostura, su contemporaneidad, sus miras abiertas, su venir de vuelta de tantas y tantas influencias. Rosenwikel robándole planos con la picardía del zagal, con un ejército de cables y pedales entre los pies, dando aliciente a un show en el que la guitarra semisólida adquirió el protagonismo que el jazz actual le reclama. De hecho, el nombre con el que se presentaba la banda, Hollowbody, parece un chiste sobre el asunto, ya que así se denomina a este tipo de guitarra en inglés.
Dicen que es la dama del jazz, la reina del género, su futuro, la más amada por los músicos, la que compagina con idoneidad las cualidades de la acústica con el sostenimiento de la eléctrica, gracias a un cuerpo que combina una caja hueca con un bloque de madera maciza en el centro para darle mayor sostenimiento y evitar los acoples producidos por una excesiva vibración de la tapa. Scofield la trata de tú a tú, y su rival superó todas las previsiones.
¿Se acuerdan de cuando en Apocalypse Now el Capitán Willard (Martin Sheen) va leyendo informes sobre el Coronel Kurtz, mientras avanza río arriba? Por más que quisimos imaginarle, nada en nuestra cabeza estuvo al nivel del resultado cuando apareció Marlon Brando. Así pasó esta vez. Scofield es ya un viejo conocido en el festival, un tipo con solera, un protagonista del que pocas cosas podrían sorprendernos porque su pericia, avidez e instinto han rebosado varias veces el vaso. Es el actor protagonista. Nos había venido hablando de su invitado, el que haría "un papelito", y de lo fructífero que podría ser este concierto, de cómo interactuarían. Pero no estábamos preparados para la verdad. Su conjunción con Rosenwinkel convirtió la noche en una explosiva llamarada de napalm que nos pilló desprevenidos y de la que aún conservamos quemaduras. Pero para colmo de bienes, sobre el escenario desenfundaron también el batería Bill Stewart y el bajista Been Street, otros dos grandes descubrimientos que nos dejaron con la boca abierta.
Los ritmos latinos y toda una larga amalgama de referencias brillaron por derecho en una cita que superó anteriores propuestas del maestro. Scofield cedía el paso al lucimiento de sus compañeros, que arrastraban las piezas por callejones insospechados mientras Rosenwinkel decía "mis respetos por delante" y bromeaba con robarle el show al sabio Scofield, que se prestó al juego sin rencor. De hecho el líder presumía de que el concierto cordobés sería todo un experimento al tratarse de un inédito duelo de guitarras al más puro estilo OK Corral. Y no se equivocaba. Scofield sacrificó la presentación de sus nuevas canciones en pos de desarrollar todo tipo de invenciones, ocurrencias y tropelías tomando viejas piezas de su repertorio como conejillo de indias, y dejando que "Rosen" las manoseara al alimón sin contemplaciones. Así, Kurt puso en práctica su innovadora y sorprendente forma de interpretar los temas, que permite intuir una voz fraseando al tiempo que toca el instrumento, algo que le caracteriza y que a Scofield pareció divertir de principio a fin mientras el resultado transitaba sin pudor caminos chisporroteantes por entre los que el cuarteto supo deslizarse alejado de lo previsible, demostrando que es posible sorprender en un género que aún tiene mucho que decir.
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