Pandataria | Crítica

Dignidad desterrada

Un momento de la obra.

Un momento de la obra. / IMAE

Malos tiempos para la Lírica, diría Bertolt Brecht y cantaría Germán Coppini si hubieran visto el patio de butacas de Gran Teatro el pasado sábado, que registró una entrada muy discreta mientras la calle bullía de viandantes con ansiedad por colgar videos en redes del alumbrado navideño. Toda esa gente perdió la oportunidad de ver Pandataria, última propuesta de Chevi Mudaray con su compañía Losdedae.

Pandataria, fue la pequeña isla donde la familia imperial Julio-Claudia desterraba a sus mujeres para dar ejemplo al populacho romano de ostentar una virtud inmaculada. Este castigo arbitrario y misógino, auspiciado gracias a la Lex Iulia de Adulteriis Coercendis que daba permiso a cualquier romano de matar a su esposa o hija junto a su amante en caso de cometer adulterio, pretendía mantener a la mujer alejada de cualquier influencia que perturbara el statu quo patriarcal y del César de turno que estuviera en el poder. Allí llevaron a Julia la Mayor, su hija Agripina la Mayor, las nietas Julia Livila Y Agripina la Menor y la primera esposa de Nerón, Octavia.

En el siglo XX la isla, rebautizada en la edad Media como Ventonete, se convirtió en prisión para la disidencia italiana contraria al régimen fascista de Mussolini. Este lugar fue donde Altiero Spinelli, Ernesto Rossi y Eugenio Colorni fraguaron su manifiesto titulado “Por una Europa libre y unida”, que abogaba por una sociedad europea sin fronteras, igualitaria y justa. Colorni estuvo casado con la activista Úrsula Hirschmann, quien acompañó voluntariamente a su esposo durante su reclusión en Ventonete.

Creemos necesaria esta introducción, con antecedentes y protagonistas que figuran en el programa de mano para situar al público y poder abrazar este espectáculo cargado de fuerza, simbología y plasticidad, donde movimiento y palabra se funde para impactar nuestros sentidos y aparcar por un rato el intelecto. Laila Ripoll firma un escrito lleno de poética en su primera parte y algo más panfletario al final, sobre el cual la compañía realiza el trabajo coreográfico y textual. David Picazo elabora la puesta en escena con un magnifico diseño de iluminación y saca todo el partido a la escenografía sencilla en apariencia que evoluciona con cada cuadro en sofisticación.

Chevy Mudaray, inconformista como siempre, eleva aún más el riesgo en este nuevo espectáculo y se rodea de un selecto grupo de artistas que además de bailar, hablar y cantar se esfuerzan por mostrar el grado de implicación personal que sienten con el mensaje de la obra. Cayetana Guillén Cuervo, la musa elegida esta vez por la compañía para hacerlo calar aún más al público, cumple la misión de manera sobresaliente tanto en sus parlamentos como en las intervenciones bailadas. Toda la compañía se ganó a pulso el plauso extenso otorgado por el público al terminar la representación.

Rebelarse frente a lo injusto, gritar por la libertad, navegar en el mismo barco. Ideas plasmadas en Pandataria que deberían inundar cualquier corazón y modelar nuestras acciones. Lástima que estos mensajes también ilustren pancartas de unos y otros para fomentar el odio y la discriminación en estos tiempos necesitados de Lírica.

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