1ª de abono de la Feria de la Salud

Diego Ventura desata la locura en Córdoba y abre la puerta de Los Califas

Diego Ventura sale por la puerta de Los Califas tras cortar dos orejas.

Diego Ventura sale por la puerta de Los Califas tras cortar dos orejas. / Miguel Ángel Salas

La puerta grande de Los Califas se abrió en la corrida mixta, primera de abono de la Feria de Nuestra Señora de la Salud, tras una excelsa actuación del rejoneador Diego Ventura en el cuarto de la tarde que desató la locura en los tendidos de la plaza. Morante cuajó al quinto, sin premio a la hora de entrar a matar y Aguado no tuvo opciones con su lote.

Dentro, media entrada. El Arenal está lejos de Los Califas. Por mucho que las intenciones de Lances de Futuro sea adelantar la feria taurina -el año pasado en la segunda semana de Patios-, desde la plaza hasta el recinto ferial está una Córdoba en medio, y dentro del público general, que es el que llena la plaza y no los aficionados, más de uno se piensa si ir a los toros o a la feria, pero no a los dos. 

Diego Ventura apareció a galope en el ruedo con la gente aún cogiendo sitio, mirando al cielo, sin entender esos 39 grados con el cielo nublado. El primer toro de la tarde, quieto y disperso, hizo que el rejoneador portugués pidiera el cambio a la presidencia antes del tercio de banderillas. El toro decretó que la faena se ejecutaría como el movimiento de un compás, con Ventura rodeándolo y el animal pivotando sobre su eje. Solo hubo algo de Lío -tordo de lazos azules y rosas- que quebró al toro en una maniobra en la que Ventura esperó hasta el último momento para salir por la izquierda. 

Diego Ventura coloca las banderillas cortas al primero de la tarde. Diego Ventura coloca las banderillas cortas al primero de la tarde.

Diego Ventura coloca las banderillas cortas al primero de la tarde. / Miguel Ángel Salas

En el cuarto, entró picado, dispuesto a darle la vuelta a la tarde, y lo consiguió. Esperó de salida en los medios a un toro que se arrancó decidido hacia el caballo. Nazarí desató el festival de Ventura en el tercio de banderillas con dos vueltas al ruedo, caminando de lado, que levantaron los tendidos. El toro mantenía la embestida y logró derribar a Fabuloso deteniendo el jolgorio en la plaza. Quedó en un susto. Sin tiempo para asimilar, quitó las riendas y el bocao a Bronce y lo subió al estribo instaurando de nuevo la locura en las gradas. Se gustó en las banderillas cortas -puso una al violín- y acertó en el rejón definitivo ganándose una merecida puerta grande.

Tras el caballo, llegó el turno de los Juan Pedro (Domecq), de vuelta en Córdoba tras el batacazo del feria anterior. Los dos primeros, ambos colorados, se fueron rajando conforme pasaba el tiempo, como si estuviera inexorablemente ligado a su condición. Se salvó el quinto, Sabiondo, y el sexto desesperó, tanto a Aguado como al público, que se impacientaba por ir a la Feria.

Morante de La Puebla resolvió el primero de su lote, Jarreón, en una faena de menos a más, con poca emoción. El sevillano dejó un par de verónicas y dio paso a un despropósito tercio de varas. Engarzó dos tandas de naturales desde los medios que "interrumpió" la banda antes de tiempo. Ahí, se apagó el toro. Morante puso empeño, sacó recursos, pero donde no hay...Se alargó demasiado el de La Puebla, que pinchó hasta tres veces y recibió un aviso antes de matar.

Morante de La Puebla en una tanda de naturales al segundo de la tarde. Morante de La Puebla en una tanda de naturales al segundo de la tarde.

Morante de La Puebla en una tanda de naturales al segundo de la tarde. / Miguel Ángel Salas

En el quinto mantuvo la inercia marcada por Ventura. Morante de La Puebla se lució con la verónica al estilo "gallista", acabando con la mano en alto, y colocó al toro en el caballo con una serie de chicuelinas. Aguado quiso ganar presencia y tomó el capote para dejar un quite por verónicas. La tarde había cambiado, amagando con convertirse en el Bernabéu de las remontadas imposibles tras los tres primeros toros.

Morante se fue al centro de la plaza y brindó el toro al público en un intento de evocar su idilio con la afición cordobesa. Ya en los medios consiguió ligar dos buenas tandas con la derecha, despacio y sin trasteo. El toro repetía y Morante se lucía pasándoselo por la espalda. El torero entendió los tiempos cuando el toro se quedaba sin fuerza y mantuvo la expectación del trofeo hasta el final, que quedó sin premio al entrar a matar.

Pablo Aguado, descalzo, da un muletazo al sexto de la tarde. Pablo Aguado, descalzo, da un muletazo al sexto de la tarde.

Pablo Aguado, descalzo, da un muletazo al sexto de la tarde. / Miguel Ángel Salas

Pablo Aguado tuvo el peor lote de la tarde y, aunque mostró disposición en ambas faenas, no se supo adaptar a ninguno. Su desempeño con el capote a base de verónicas pausadas en el tercero quedó en nada, y en el último tercio cayó al suelo antes de revolverse para un pase de pecho quedando a merced del toro, que se mantuvo inmóvil. En el sexto, sin nada que rascar, acabó desesperado y desesperando ante otro flojo de Juan Pedro que terminó echado en las tablas antes de que Aguado cogiera el estoque. 

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