Crítica de Teatro

Descubriendo a nuestro Edipo

Una de las escenas de 'Tebas Land', en el Teatro Góngora.

Una de las escenas de 'Tebas Land', en el Teatro Góngora. / jordi vidal

Del sueño al contemplar el aforo completo de Gran Teatro a la realidad desértica del patio de butacas en Góngora solo han transcurrido 48 horas. El idilio entre público y teatro demostró ser una aventura fugaz. Ni siquiera la oportunidad de ver representado uno de los textos más brillantes de esta década, aclamado, premiado y reconocido mundialmente, fue motivo suficiente para acudir el pasado viernes a la función del Góngora. Así recibió Córdoba a Tebas Land y las pocas personas que asistieron podrán dar fe de ello.

Sergio Blanco hace una revisión del mito de Edipo en un ejercicio de meta-teatro brillante, donde la obra va tomando forma gracias al triángulo de relaciones entre fuente real, dramaturgo y actor que la interpreta. Las visitas de un autor a un parricida que asesinó a su padre son el eje central que articula el resto de acciones de la obra distribuida en cuatro cuartos más prórroga, duración de un partido de baloncesto en honor a la cancha donde recluso y autor conversan y paralelamente ensaya con el actor. En sus tiempos de juego la repulsión hacia el asesino se irá tornando en entendimiento y compasión suficiente para desequilibrar la balanza de una justicia tan implacable como cruel en algunos casos.

Sobre las tablas la genial escenografía encerrada en la jaula de tres metros de altura por el ancho de la embocadura, unida a la iluminación y el espacio sonoro crea la ambientación idónea para el trabajo impecable de la pareja de actores que interpretan este proverbial texto, que sin duda lo acogen como un regalo: Pablo Gómez y Víctor Sevilla se diluyen en sus personajes con generosidad, prestando cuerpo, voz y emoción a cada una de sus intervenciones a lo largo de la hora y media de función para dejarnos al público asistente encantado y agradecido. Sigmund Freud, también citado en Tebas Land, usó el término Matar al Padre al acontecimiento en el que una persona rompe con la idealización que tiene de su progenitor para contemplarlo como realmente es, con sus defectos y virtudes. Un acto que dependiendo de la crianza recibida contribuirá a transformarla en una persona adulta, madura e independiente o bien puede dejar una huella al extremo de pasar del concepto al acto físico. Ser padre no es fácil, aunque a veces ser hijo es más difícil.

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