Curso de Historia de la América colonial

Ramón María Serrera propone una original visión de la organización social tras la conquista de las Indias

Un grabado de Teodoro de Bry que retrata a indígenas y esclavos trabajando en un ingenio azucarero.
Un grabado de Teodoro de Bry que retrata a indígenas y esclavos trabajando en un ingenio azucarero.
Jaime García Bernal

18 de julio 2011 - 05:00

La tarea de historiar la América colonial ha seducido a grandes historiadores españoles y americanos. Todos ellos, con diverso criterio historiográfico, han tenido que afrontar el difícil reto de dar forma narrativa a la complejidad de experiencias desplegadas en un espacio geográfico inmenso que se convirtió en el más apasionante escenario de encuentro entre dos civilizaciones separadas por recorridos culturales independientes y niveles tecnológicos desiguales. Silvio Zabala acometió, hace ya años, un ambicioso compendio de las sociedades americanas que ofrecía, por primera vez, una visión comparativa de los fenómenos de transculturación entre las metrópolis europeas y sus colonias. Pero ya antes, centrándose en el ámbito hispánico, Clarence Haring había puesto las bases de una moderna historia socio-institucional, atenta sin embargo al deseo de riqueza y el celo de propaganda como factores impulsores de la empresa conquistadora. Un camino que exploró posteriormente el historiador alemán Richard Konetzke en su manual de América colonial logrando conjugar los vectores económicos con la política indigenista. Aunque será Guillermo Céspedes quien logre, en su recordada América Hispánica, que se publicó como tomo VI de la Historia de España de Tuñón de Lara, ligar muchos de estos planteamientos en una síntesis con voluntad de historia total. ¿Qué aporta, a esta tradición de estudios, LaAmérica de los Habsburgo de Ramón María Serrera? No sólo "una panorámica general e integradora de la realidad histórica americana en los siglos XVI y XVII" como él mismo justifica con modestia, además una interpretación original y una propuesta historiográfica penetrante que nace de muchos años de enseñanza de Historia de América en la Edad Moderna.

La idea motriz del libro, publicado por la Universidad de Sevilla, parte de la constatación de que la llegada de los españoles a las Indias y la empresa de la conquista supuso un choque brutal, una violenta contracción histórica para las sociedades precolombinas, que vivirán, en el curso de apenas dos generaciones, la aniquilación de sus patrones socio-familiares y la desvertebración cultural del mundo que conocieron sus abuelos. Una experiencia traumática que los conquistadores españoles percibieron como imperiosa necesidad de supervivencia en un mundo hostil y tendieron a justificar en la vida cotidiana (más allá de los debates doctrinales) como justo premio al derecho de conquista, además de compensación a los sacrificios y penurias pasados. La experiencia de esta fractura condicionará, en opinión del profesor Serrera, las nuevas relaciones de dominación que se ponen en marcha en América a partir de 1542, cuando puede darse por concluido el ciclo de la conquista. Aunque las leyes y ordenanzas reales habían reconocido la condición de súbditos y vasallos del rey de los indios, la asunción entre los españoles de la idea del justo premio al conquistador, terminó por prevalecer, reservando al indígena un status de minoría de edad, sujeta a la tutela de las autoridades, lo que se tradujo, en la práctica, en la privación de sus derechos y un tratamiento social discriminatorio.

A este factor fundacional se debe añadir, en seguida, el impacto de la dinámica capitalista que terminó por asociar el afán de honra y riqueza de los españoles en Indias con los propios planes de explotación de la colonia que abrigaba la Corona, sobre todo, cuando se evidenció el potencial de las minas de plata descubiertas en Perú y Nueva España. La organización del sistema colonial, segunda parte de la obra, aborda la construcción de este modelo, partiendo del ambicioso programa filipino de información y legislación que podría resumirse en el aserto: conocer para gobernar. Su aplicación (negociada y mediada por los intereses locales) significó la consagración de una "república de los españoles" frente a la "república de los indios", esta última desarticulada de sus comunidades de origen merced a la política de "reducciones" y convertida en mano de obra servil disponible para un sector minero en auge que ejerció, a su vez, efecto de arrastre sobre el sector agropecuario.

Se estaban poniendo las bases de la sociedad colonial, a la que el Catedrático de Historia de América de la Universidad de Sevilla, reserva el tercer bloque del estudio, quizás el más novedoso por combatir la imagen tradicional de un Barroco Indiano continuista, larga y anodina pasarela entre los dos tiempos intensos de la conquista y las reformas Ilustradas. Nada más lejos de la realidad una centuria marcada por la vitalidad económica hacia dentro que salvó el deterioro del pacto colonial, cohesionando el mercado interno e impulsando prósperas empresas agrícolas y ganaderas. Procesos de afianzamiento que tensionaron las relaciones en el seno de las élites locales, de éstas con la Corona y con la Iglesia, por el control de los recursos, y que se resolvieron generalmente sacrificando la parte más débil del sistema con la colaboración de caciques y curacas: endureciendo las condiciones laborales de la población indígena, ese cuarto estado (término caro al autor), ya definitivamente desestructurado y mezclado. El poder criollo y la cultura criolla nacieron de estas contradicciones y sus altas expresiones literarias revelan un rostro nuevo, una personalidad emergente que transmuta e idealiza el pasado indígena, aquella experiencia original que nació violenta y traumática. Se cierra así este apasionante curso de historia de la América colonial del que esperamos, pronto, una segunda entrega.

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