Córdoba culmina con su cuarto maratón flamenco la preparación para 2016

Decenas de miles de personas se echan a las calles para asistir a los espectáculos programados a lo largo de la noche y la madrugada · El Teatro de la Axerquía registró grandes colas para la retirada de las invitaciones del concierto de Poveda

José Antonio Rodríguez, en el Patio de los Naranjos.
José Antonio Rodríguez, en el Patio de los Naranjos.
Alfredo Asensi / Córdoba

19 de junio 2011 - 05:00

La noche fue de fugaces blancos y azules itinerantes, fue la noche del compás y el vértigo, el duende en las esquinas y la espiral de ritmo y confusión en las voraces rampas de la madrugada. O sea, La Noche Blanca del Flamenco, cuarta entrega, con un programa más reducido y la ilusión flotante de la Capitalidad Cultural y decenas de miles de personas en las calles, las tabernas, las plazas, los portales, los sitios decentes y prohibidos, populosos y ocultos de la ciudad insomne y lúdica, estimulada y soñadora. Sin incidentes o sucesos inesperados al cierre de esta edición, más allá de la extraordinaria expectación que generó el concierto de Miguel Poveda en el Teatro de la Axerquía, que se manifestó en una gran acumulación de gente en el horario matinal habilitado por la organización para el reparto de las entradas.

La noche tuvo el cosquilleo azul (esa densidad de ilusión que al principio se exhibía con alguna timidez pero ya plenamente asumida por la ciudad como discurso legítimo en sus formulaciones de futuro) que impone la cercanía de la cita final en Madrid con el jurado de la Capitalidad. La fiesta estuvo marcada por esa palpitación que irá creciendo en los próximos días. Ha sido la última gran actividad cultural antes de la decisión del comité, el próximo día 28. De hecho, de lo que dictaminen los 13 sabios dependerá en gran medida la articulación de este y otros acontecimientos en los próximos años.

La cuarta edición de La Noche Blanca, prologada en los días previos con actividades diversas (con espacios propios para el cajón, las castañuelas...), acuñó un inicio de modulaciones femeninas con el baile de Eva Yerbabuena y las voces de India Martínez y Niña Pastori. Las Tendillas vivió otro arranque de multitud y calidad flamenca con la granadina y su grupo, que por primera vez comparecían en esta velada y que protagonizarán el verano en el Generalife con una obra sobre Federico García Loca. Un público heterogéneo y descansado (la tarde invitó a la siesta larga, al suministro de agua fría y al aire acondicionado) asistió al desarrollo de un montaje de muy variados registros, con momentos serios y aportes festivos. Yerbabuena es conocida y apreciada en Córdoba, en cuyo Concurso Nacional de Arte Flamenco de 1992 obtuvo el premio La Mejorana (que rechazó, pero no es cuestión de remover esa historia). El segundo gran espectáculo agrupó a India Martínez y Niña Pastori, con la incorporación de Lya para hacer más llevadera la transición entre una y otra. Concurrencia mayormente joven y flamenquita en República Argentina para contemplar un mano a mano que le vendrá bien a India Martínez en términos de proyección en su ciudad natal. Pastori alumbró las primeras escalas del domingo con los relatos de la orilla de su pelo: suspiros, pureza, sabor, alegrías y amores con factura pop y barnices aflamencados. Una voz reconocible en el mismo espacio que otros años ocuparon Rosario Flores, Chambao o Raimundo Amador.

Dice Yerbabuena que en el flamenco está todo descubierto y que la mayor innovación es ser uno mismo, "hacerlo lo más personal posible". Así, más o menos, lo entiende Miguel Poveda, que muestra su admiración por las grandes figuras de la historia del cante en el espectáculo que ya avanzada la madrugada arrancó en el Teatro de la Axerquía, Historias de viva voz. Una propuesta sugerente, arriesgada y muy singular (y en esta ocasión, con el acompañamiento de la Orquesta de Córdoba) porque conjuga el homenaje y la revisión histórica con un componente de afirmación de una visión propia (y para nada caprichosa) de este arte que encuentra un alto grado de aceptación entre los aficionados. Así se demostró ayer en Córdoba, donde entre las 12:00 y las 15:00 se repartieron en el coliseo alrededor del 90% de las 3.000 invitaciones para la actuación. Una gran cola y episodios de picaresca, enfados y malentendidos, como pasa en estas ocasiones.

José Antonio Rodríguez piensa que "la innovación en el flamenco sólo funciona si hay unas bases tradicionales fuertes". En su caso la base es muy potente y la capacidad imaginativa surge de un territorio en el que se abrazan el conocimiento y la intuición. Lo demostró, en compañía de su grupo, en el Patio de los Naranjos, escenario incómodo para estas citas pero que siempre recibe a artistas mayores.

Y Diego Carrasco y Tomasito, desde Jerez, con fuego en las voces y enemigos del sueño; y Los Evangelistas, con Morente en la memoria y en el sentimiento (impacto de ritmos y armonías en la Corredera, entre lo indie y lo castizo); y la irradiación de clamores orientales de Ali Khattab; y la madrugada dilatada, destilando un fervor de fiesta ya sin control en un postrero plato de salmorejo, en una canción de Javier Ruibal o en un pañuelo azul con manchas de vino, de carmín, de sudor o de luna. Y más cosas, porque cada uno le habrá puesto a esto el mejor final que haya podido.

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