Conjunción de flamenco neoclásico y de vanguardia

Rafael Espejo 'Churumbaque', durante su concierto el pasado sábado.
Rafael Espejo 'Churumbaque', durante su concierto el pasado sábado.
Baldomero Pardo

13 de enero 2014 - 05:00

'La tierra del califato'. Cante: Rafael Espejo 'Churumbaque'. Toque: Niño Seve y Alberto López. Percusión: Prieto y Henke. Bajo: Manolo Nieto. Batería: Dakota Fernández. Teclados: Alfonso Aroca. Coros: Yolanda Gutiérrez y Almudena Gómez. Artistas invitados: Niño Pura, Manolo Franco, Keko, y Guadiana. Fecha: sábado 11 de enero de 2014. Lugar: Teatro Góngora. Casi lleno.

Que la salida de un trabajo al mercado discográfico no va a catapultar a nadie al éxito profesional al que legítimamente aspire, lo sabemos. Como mucho, que no es poco, lo revelará a quienes nunca se hayan acercado al artista, con posibilidad de conocerlo y valorarlo, limitadamente es verdad, por la producción con los que éste se siente identificado. Naturalmente hay más razones que ahora no vienen al caso. Y sí la de felicitarse porque La tierra del Califato, registro de Rafael Espejo Churumbaque por primera vez en solitario en el nada fácil panorama de la discografía flamenca, sea una realidad que sin duda difundirá, incluso más allá de su particular ámbito, unos cantes dedicados a su tierra natal, con la calidad que garantiza ser uno de los actuales cantaores cordobeses significados.

Son ya más de veinticinco años los transcurridos desde que Churumbaque hijo, siendo todavía casi un imberbe, quisiera probarse públicamente en el arte en el que su progenitor, Manuel Espejo, destacaba con brillo propio, sobre todo por saetas, y en las que su vástago se miraba para seguir sus pasos, logrando reconocimientos cuando se dirigía con sus plegarias flamencas a los pasos de su devoción, en la semana mayor de nuestra ciudad y otras localidades. Con los años Rafael amplió esta expresión artística del cante con otras del acervo flamenco en las que se encontraba a gusto y sus facultades personalizaban, marcando su terreno y recreando a base de imprimirle su sello con inteligente resolución.

Razón para ser invitado a las peñas de aficionados, entre ellas El Rincón Flamenco, donde tuve la oportunidad de escuchar a Churumbaque hijo, de cerca, con la guitarra de Muñoz Villatoro, Antonio Contíñez u otros tocaores. Incluso en exaltaciones de saetas que en aquel recinto de cabales en Cuaresma no faltaban. Luego vendrían tiempos para ampliar horizontes a la sombra de docentes de la talla de Merengue y Concha Calero, enriqueciendo su oficio profesional cantando atrás en el tablao El Cardenal largas temporadas, dotándose de conocimientos que le permitirían incorporar el oportuno ritmo, medida y compás que el cante aprovecha cuando es difundido junto al toque y el baile. Este bagaje le llevó a traspasar fronteras, imprimiendo su nombre entre el de figuras flamencas ya consagradas.

Churumbaque, reconocido en certámenes de relumbre como el Concurso Nacional de Córdoba y el de Las Minas de La Unión, el pasado sábado subió al escenario del Teatro Góngora, con un público entregado desde que se puso bajo los focos, junto a un excelente elenco e invitados, presentando los temas del álbum Latierra del Califato, en el que valoramos varios que con gusto en este foro recrearía. Montaje de postín, con un pero que objetarle: exceso de instrumentación y decibelios que por momentos ocultaban la voz. Inició el concierto con poder con cantes de trilla y martinete de pie al borde del escenario, después hermosos abandolaos por rondeña, jabegote y Pérez de Guzmán, colocando trazos y pinceladas matizando su rajo, y registros que pellizcaban en un alarde que mostraba su personal concepción. Y por si no era suficiente, estuvieron para respaldarlo con su magistral toque Manolo Franco por seguiriyas de Triana, Niño de Pura por bulerías, un Keko de rompe y rasga en un baile colosal por cantiñas, como Guadiana en dos melodías con él al alimón.

Ya sabemos la anemia económica que padecen nuestros bolsillos, pero merece la pena poder saborear la guajira, otras bulerías y tangos dedicados a Córdoba y demás registrados, compensando el sacrificio del peculio aportado y colaborando además a que los fondos flamencos se ensanchen, como en el teatro pudimos hacerlo una vez más con el directo de su propia voz.

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