Cecil B. DeMille, la forja del mito
Cecil B. DeMille se merecía este buceo en el origen de su cine, aunque la selección (en 12 DVD que acumulan más de 1.500 minutos de cine) de su amplia trayectoria en el mudo se haya hecho de mala manera, recuperando películas básicas para entender lo que Brunetta llamó el nacimiento del relato cinematográfico -en referencia, todo sea dicho, al Griffith que también venerara el propio DeMille- en copias de escasa calidad (y eso que no hace demasiado se restauraron algunas de las películas que aquí se dan cita). Y, hecho el esfuerzo de verlas, si algo demuestra la importancia de este legado, la pregnancia de estos melodramas fundacionales, es su altanera resistencia a tanto desorden, ruido y gratuita música incidental: DeMille, muerto el año que la modernidad se instalaba para escribir la segunda mitad del siglo fílmico y reescribir la primera, fue mucho más que el puritano cincelador de mamotretos bíblicos (en los que, por otra parte, resonaba el eco del exceso escenográfico que casi nadie cultivo como él en el mudo), y es de rigor tratarlo sobre todo como uno de los principales perfiladores del cine clásico. Así, si Griffith responde, dentro de la mítica propia de esta manifestación artística, al papel de fundador con El nacimiento de una nación (1915), a DeMille, con filmes tan densos como The cheat (1915), le cabría el título de madurador psicológico del relato visual. Así, en una película como ésta, no sólo sorprende la sobria articulación de espacios y tiempos, sino la manera en la que se presentan los personajes en tanto instancias con un interior desarrollado y que puede encontrar traducción en imágenes -y hueco, entonces, en un relato que se complicaba en vertical, abandonando el suspense horizontal (el bueno que corre contra el reloj para socorrer a la chica) de tantos títulos primeros-.
Hay, de todas maneras, más DeMilles que celebrar amén del decidido pionero que llevaba botas altas para evitar la mordedura de serpientes y sorteaba disparos (o eso cuenta la leyenda) de los sicarios del Trust de Edison. Así, junto a las primigenias The squaw man o The virginian, se encuentran ejemplos del DeMille hiperbólico (Joan the woman), del precursor de géneros (The whispering chorus, A romance of the Redwoods), del moralista sin censura (Old wives for new, Don't change your husband, Why change your wife?) o, también, del fiero y loco anticomunista (The Volga boatman).
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