Capitanes de Tánger

Con su primera película, 'Todos vós sodes capitáns', Oliver Laxe cuestiona las fronteras entre documental y ficción

Oliver Laxe (izquierda), director de 'Todos vós sodes capitáns'.
Manuel J. Lombardo

01 de agosto 2010 - 05:00

Ganador del Premio de la Crítica Internacional (Fipresci) de la Quinzaine des Realisateurs con su primera película, Todos vós sodes capitáns (Todos sois capitanes) Oliver Laxe (París, 1982) se confirma como nueva promesa salida del Master en Documental de Creación de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, cantera en la que también se han formado, bajo la tutela de profesores como José Luis Guerín o Joaquim Jordá, algunos de los cineastas más estimulantes del último cine español como Isaki Lacuesta (La leyenda del tiempo, Los condenados), Mercedes Álvarez (El cielo gira), Ricardo Íscar (Tierra negra) o Ariadna Pujol (Aguaviva). Una generación que, desde la periferia de la industria, también desde la periferia de sus principales y caducos modelos estéticos, se mira en maestros como Chris Marker, Jean Rouch o Abbas Kiarostami para aproximarse a la realidad con nuevas e híbridas estrategias discursivas que trascienden la objetividad o la mera observación antropológico-humanista para reflexionar sobre ella y sus mecanismos de representación sin temor alguno a contaminaciones e impurezas.

Realizada con ayudas de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) y con apoyo de Arte France, Todos vós sodes capitáns nace de la voluntad de Laxe, gallego errante, de llevar a cabo un proyecto didáctico, sin duda inspirado por las experiencias de Alain Bergala en Francia, materializado en un taller de cine para los niños de un refugio en la ciudad marroquí de Tánger, donde el director lleva afincado cuatro años.

Su película parece nacer así como un ejercicio de enseñanza del cine en el que es el propio director el que organiza y propone a los niños una serie de ejercicios y prácticas destinados a que éstos tomen contacto con el lenguajecinematográfico y su proceso de elaboración. Todos vós sodes capitáns surge así, aparentemente, como el documento de esta experiencia, como un testimonio antropológico en el que el cine se convierte en el epicentro de un proceso de iniciación y autoconocimiento para niños con problemas. Sin embargo, la película va desenmascarándose a sí misma poco a poco, hasta el punto en el que lo que se pone en juego son sus propias estrategias, su propio juego de representación, en el que cada personaje parece estar haciendo (o ensayando) su papel y cada situación surge como fruto (de ficción) de un proceso de preparación del que no siempre hemos sido testigos.

Como en la fundacional Crónica de un verano (1961), de Jean Rouch y Edgar Morin, la película se discute a sí misma, enfrentando a sus protagonistas a su propia imagen, haciendo que otros profesores y niños cuestionen los métodos de trabajo de Laxe y la naturaleza de la práctica cinematográfica que llevan a cabo, lo que debiera ser el cine ("una historia"), en definitiva, más allá de este proyecto concreto.

Es entonces cuando la película cambia su rumbo para evidenciar su construcción (en ocasiones vemos los propios cortes o finales de rollo inscritos en el montaje) y abandonarse a una suerte de estructura libre y porosa en la que no sólo desaparece Laxe (y su personaje), hasta ese momento siempre presente en el proceso, sino de la que emerge una sorprendente cualidad lírica y telúrica a través de la observación de la vida que se abre paso más allá del aula y el taller, una vida que se escapa de la ciudad, donde hemos estado hasta entonces, para situarse en el campo, en el espacio para los relatos ancestrales, junto a un río de juegos y chapoteos, en la ladera de una colina, frente los rostros y los cuerpos, ahora definitivamente liberados de la necesidad de la ficción, de un puñado de niños que parecen haber aprendido algo mucho más importante que unas meras lecciones de cine.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último