Cante por derecho y espectáculo
Cante: Miguel Poveda. Segundo al cante: Londro. Toque: Juan Gómez 'Chicuelo' y Jesús Guerrero. Piano: Joan Albert Amargós. Percusión: Paco González. Palmas: Grilo y Montoya. Fecha: jueves 10 de julio. Lugar: Teatro de la Axerquía. Casi lleno.
Ni la crisis ni la taquilla con precios solo para bolsillos solventes mermaron una ocupación que ya la hubieran querido -con la mitad de asistentes- para sí los demás espectáculos flamencos que este año han pasado por el Festival de la Guitarra. Dos años transcurridos desde que viniese Miguel Poveda a este teatro y también al festival a presentar su Artesano, hasta que volvió el pasado jueves con la dinámica vivencial que derrocha para hacerse con un público que no necesita, por lo apreciado antes y ahora, mayores incentivos para querer acompañar, revitalizar y expresar su reconocimiento por el arte que derrocha este versado flamenco. Fue En concierto, un espectáculo que toca todas las teclas dando rienda suelta a un repertorio cada vez más multidisciplinar, aunque él enfatice que por encima de todo es cantaor. Su talento e histrionismo, a estas alturas, no lo voy a descubrir, ni la acogida del público en masa, que le permiten dedicar toda una sesión a lo que se le ponga, incluyendo otras músicas (en realidad solo le queda la asiática, que yo sepa, pues la europea, la africana y la americana las recorre).
Pero cuando satisface a quienes lo queremos oír y ver como en sus orígenes, manteniendo el listón alto y ocupando todo su concierto, es con el cante por derecho, el que hiciera leyenda del arte de La Serneta, El Brevas, El Mellizo, La Trini, Chacón, la de los Peines, Vallejo, Mairena, Fosforito, Morente, Carmen Linares, por nombrar solo a algunos, pues él los tiene a todos en mente. Como a la sazón nos hubiera gustado anteanoche, en vez de entre col y lechuga. Aceptándole incluso la melodía por bulerías lentas con que inició el encuentro homenajeando a algunos poetas. Claro que, con el sabor que luego comenzamos a degustar, cuando se metió en Cádiz con una serie por cantiñas -incluida la del Pinini- y con su remate por bulerías de la misma procedencia con la frenética intervención del toque y palmas (dándose Miguel Poveda sus ya acostumbradas pataítas, que no faltarían tampoco más adelante), fue, como dirían los taurinos, cuando la plaza comenzó a vibrar.
Así, vendrían una malagueña de El Mellizo con abandolaos por rondeña y Lucena, tientos y tanda de tangos extremeños y trianeros; soleá caracolera de Triana dedicada al Pele, felicitando a Córdoba por ser la tierra de cantaor tan preclaro, como antes lo había hecho con Vicente Amigo; y a Fosforito por livianas, tonás y seguiriyas cabales. Y con mucho sabor en la hermosa bulería Nuevo día, de Lole y el cantautor flamenco Manuel Molina, para concluir la parte dedicada a lo jondo, después de haberse retirado elegantemente y permitir un lucido solo de Chicuelo por bulerías acompañado a las palmas, como en las gaditanas anteriores invitara al jerezano Londro a hacer la suya.
Volvió luego al escenario. Fantástico, y supo a poco, teniendo en cuenta que permaneció más de dos horas en el escenario, pero, lo ya objetado, para meterse en otros géneros. Aunque bien es cierto que en loor de multitud, tras incluir La leyenda del tiempo camaronera.
No es la primera vez que lo digo, y lo mantengo, Poveda es un personaje-espectáculo que sabe comunicar, campechanamente entiendo yo, con su locuacidad y como artista, además de saberse rodear, con mayor o menor grupo, de primeros espadas, siempre de brillantes artífices. Argumentos suficientes para que sus comparecencias sean tenidas en cuenta por el gran público, y no tanto por los aficionados, que esperan solo sus puestas en valor de todo lo que él sabe y puede dar de sí en el cante.
No hay comentarios