Concierto de Susan Santos | Crítica

¡Bienvenido a Córdoba, Blues!

Un momento del concierto de Susan Santos.

Un momento del concierto de Susan Santos. / Juan Ayala

Por fin llegó el esperado Festival de la Guitarra de Córdoba anunciando su ya 41 edición. En la noche del sábado, el blues inundó cada centímetro del Teatro Góngora. El público terminó tarareando escalas pentatónicas gracias al magnetismo de la guitarrista y cantante Susan Santos.

El power trío se completaba con Dani Podador a la batería, y Peter Oteo al bajo, aunque más bien parecía una banda de cinco integrantes. Era increíble pensar que solo tres artistas estuviesen consiguiendo tal masa sonora. Su carisma consiguió hacer bailar a todos los asistentes. Aparecieron en escena sin saludo, directos a sus respectivos instrumentos, lo que provocó un aplauso casi tímido.

Todo apuntaba a que sería una entrada caótica, pero se resolvió apenas Susan Santos rasgueó el primer acorde, pidiendo que le acompañasen con palmas. Al principio se escuchaba mucho volumen de sonido en la guitarra en comparación a la voz, pero poco a poco se fue ajustando hasta conseguir un equilibrio perfecto.

Susan Santos tiene que poseer una concepción muy especial del concierto en el sentido fenomenológico, ya que casi no realizó descanso entre tema y tema, apenas un trago a la botella de agua. En cuanto acababan los aplausos, ella arrancaba con la introducción de la siguiente canción, y cada vez que interactuaba con el público, lo hacía con el ritmo de la batería como colchón. Mención especial al sonido con mucha pegada de la batería. Constituía una base muy segura y solvente, que encajaba con fluidez con el bajista, quien no perdía de vista a Susan.

La comunicación con el público fue especialmente atenta y llevada con mucha naturalidad, aunque no supieron responder demasiado bien a las entradas a contratiempo. Al final del concierto, lanzó unos cuantos álbumes, donde la expectación estaba bien respaldada por el redoble de batería. A medida que iban pasando las canciones, la seguridad de Susan en la guitarra permitía disfrutar de una voz potente, curiosa, cercana a la voz hablada y llena de matices. Era precioso escucharle haciendo scat a la vez que el solo instrumental, pero llamaba más aún la atención la independencia con la que se diferenciaba guitarra y voz como si fuesen dos personas distintas.

Esto recuerda a artistas como Richie Kotzen: melodías originales y propias en la guitarra, que tienen valor más allá de acompañar al canto. Uno de los momentos más mágicos de la velada fue cuando llegó el turno del slow blues. Se pudo observar el despliegue de matices, el buen gusto en la dirección de las frases, las pausas, el acompañamiento en segundo plano...

Todo contribuyó a crear una atmósfera íntima, que avanzó del pianísimo a la sencillez llegando a prescindir del micrófono. Slow down consiguió devolver al público la energía imperante del concierto, aunque terminó de conquistarnos con el tema Feeling Good. Susan Santos, olvidándose de los focos y los protocolos, rompió con estilo la barrera que separa el escenario de las butacas. Fue memorable escucharla y verla en las escaleras, pero más divertido fue el proceso gradual del batería Dani Podador, quien terminó marcando el ritmo con las baquetas y el suelo a su lado.

Qué alegría ver que el Festival de la Guitarra se ha dado cuenta de que hay mujeres guitarristas. Porque es verdad, hay mujeres guitarristas, cantantes, compositoras, llenas de creatividad y personalidad... Y luego está Susan Santos, que es todas las anteriores.

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