Álvarez de Miranda entra en la RAE con un estudio de los discursos de ingreso

El lexicógrafo destaca que la independencia del poder político que procura la institución quedó patente en la posguerra

Álvarez de Miranda, ayer, en la lectura de su discurso.
Efe / Madrid

06 de junio 2011 - 05:00

Pedro Álvarez de Miranda, especialista en el estudio del léxico español desde una perspectiva histórica, se adentró ayer, al ingresar en la Real Academia Española (RAE), en la historia de esta institución a través de los 263 discursos de ingreso que ha habido desde 1847, un ritual que permite ver su evolución y su deseo de permanecer al margen de las injerencias políticas.

Hubo que esperar a 1979 para que uno de esos discursos fuera leído por una mujer, Carmen Conde, pero las cosas van cambiando lentamente en la RAE y ayer el nuevo académico entró en el salón de actos flanqueado por la dos últimas mujeres en ingresar: Soledad Puértolas e Inés Fernández Ordóñez.

La independencia del poder político que procura la RAE quedó patente en la posguerra, cuando el gobierno de Franco ordenó que se sacasen a concurso las plazas de los académicos republicanos exiliados, entre ellos Niceto Alcalá-Zamora, Tomás Navarro Tomás y Salvador de Madariaga. La Academia se dio por "enterada" de la orden pero la desobedeció.

Alcalá-Zamora, presidente de la República, falleció en Buenos Aires en 1949 y su plaza se convocó entonces, pero Madariaga, que había sido elegido académico en 1936, no leyó su discurso hasta que regresó a España en 1976, tras la muerte del dictador.

Navarro Tomás era académico desde 1935 y se exilió un año más tarde a Estados Unidos, donde falleció en 1979, a los 95 años. "Su silla permaneció vacía" durante 43 años "en espera de un eventual regreso". Tras la muerte del fonetista, ocuparía su plaza Emilio Lorenzo, que cerraría así "una anomalía histórica que la Academia había atravesado con impar sentido de la decencia", afirmó Álvarez de Miranda.

La "sustancial fidelidad de la Academia a sí misma" y su "tenaz empeño de continuidad" fueron el hilo conductor del discurso de ingreso del nuevo académico -o "metadiscurso", como él lo llamó-, titulado En doscientas sesenta y tres ocasiones como esta.

Álvarez de Miranda (Roma, 1953) siente pasión por la historia de la Academia desde que a los 15 años comenzó a asistir a los ingresos acompañando a su madre, admiradora de la labor de la RAE. Aquello influyó en su posterior vocación de filólogo, que desarrollaría en los 12 años que trabajó en el Seminario de Lexicografía de la RAE (1982-1995), en su cátedra de Lengua Española de la Autónoma de Madrid, y que culminará con el cargo de director académico del Diccionario que ejercerá a partir de ahora.

El suyo fue un discurso trufado de curiosidades, pero antes de entrar en materia realizó el tradicional elogio de su antecesor en la silla Q, Carlos Castilla del Pino, de quien destacó su "vocación de humanista", que "no era menor que su vocación médica", y el compromiso que "tenía contraído con el conocimiento y su transmisión".

El ceremonial solemne de los discursos comenzó en 1847, bajo el reinado de Isabel II, y aunque el ritual apenas ha cambiado, sí lo han hecho los temas tratados.

Los discursos del XIX quedan hoy "muy lejos" por su carácter retórico, y, por ejemplo, difícilmente "puede sobrevivirse a la lectura del de Campoamor, en el que se quiere demostrar que la metafísica limpia, fija y da esplendor al lenguaje'".

Desde mediados del XIX hasta 1925, la Academia estuvo dominada por figuras de la política, la prensa y la jurisprudencia, como lo demuestra el hecho de que formaran parte de ella Cánovas del Castillo, Canalejas, Castelar, Francisco Silvela o Antonio Maura. En 1925 fue elegido director Ramón Menéndez Pidal y comenzaron a entrar en la Academia más filólogos y profesionales de otros ámbitos.

Como dato curioso, sólo dos académicos se atrevieron a leer su discurso en verso: José Zorrilla en 1885 y José García Nieto, un siglo más tarde.

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