Pessoa y Baudelaire: dos poetas que cantan a Lisboa y a París
LIBROS
Pedro Tabernero edita dos obras que muestran la visión de Pessoa y Baudalaire sobre las ciudades protagonistas de sus vidas
"Porque la Lisboa de Pessoa es un cuerpo soñado y espiritualizado, pero que, al compararlo con la ciudad real, la de las esquinas melladas, la de los azulejos amarillos y garzos, la de las viejecitas asomadas a la ventana, la de las chicas con el móvil apoyadas en una farola, la de los coloridos tendales y la del dorado de sus fachadas al adormecerse el sol sobre el estuario, resulta no ser ninguna mistificación: la ciudad es real, completamente real y nos espera", esta invitación a visitar la ciudad de las siete colinas es un fragmento de la edición que ha realizado el sevillano Pedro Tabernero de la obra Fernando Pessoa. La Lisboa del desasosiego, en la que aborda la evolución de la ciudad a través de la mirada del prolífico autor que se escondió tras heterónimos como Álvaro de Campos, Ricardo Reis o Bernardo Soares. Una obra que recoge extractos del Libro del Desasosiego acompañadas por más de un centenar de pinturas realizadas por Manuel Maqueda.
La edición recoge prólogos de Fernando Cabrita, Ramón Pérez Montero y Manuel Moya. Este último considera que "curiosamente, la ciudad a la que Pessoa consagró su invisibilidad, la ciudad en la que él decidió convertirse en nadie –emulando al mítico Ulises, tan unido a la génesis de la ciudad–, hoy es toda ella un vivo recuerdo de su poeta. Lisboa maleó a Pessoa, lo doblegó a su manera y lo condujo a un lento suicidio, pero Fernando Pessoa también logró cambiar Lisboa, hacerla suya, arrebatarla a su figura y a sus sueños".
Este libro pertenece a la colección Poetas y Ciudades. Compuesto por 14 volúmenes, cada ejemplar rinde homenaje a la relación de diferentes autores con las urbes. Es el caso del granadino Federico García Lorca con Poeta en Nueva York, de Jorge Luis Borges con Fervor de Buenos Aires o de Pablo Neruda con Las Piedras de Chile.
También es el caso de Charles Baudelaire, perteneciente al club de los poetas malditos de la Francia del XIX. El padre de la poesía moderna, “Baudelaire, a quien de joven exiliaron a distintos lugares para refrenar su rebeldía innata, ya liberado hizo de París su santuario. Vivió en la ciudad como un dandy y al final casi como un indigente”, señala en su prólogo Ventura Fernández. También indica que el poeta "fotografía (o radiografía) a través de las 50 piezas que componen Le spleen esa nueva sociedad desestructurada y llena de conflictos morales, incidiendo así otra ‘visión artística’, que a partir de él se abrirá paso en la tradición literaria".
Ventura Fernández comparte prólogo con François-Louis Blanc y José-Reyes Fernández. Las imágenes de este maravilloso libro son fruto del pintor Juan Torres. Sobre este artista, José-Reyes Fernández manifiesta sin dudar que "todo creador ha de contar, en principio, con el dominio de dos instrumentos imprescindibles: técnica y talento. La primera se puede adquirir, se enseña en las academias y escuelas, la segunda no admite docencia, se tiene o no se tiene. Se puede poseer una gran técnica, pero escaso o ningún talento, y entonces nos encontramos con la perfección formal de una obra que nos conmueve poco o nada".
Por su parte, Ventura Fernández considera que "Baudelaire es uno de esos escasísimos genios capaces de dar la vuelta al calcetín no solo de la literatura, sino de nuestra manera de sentir y de aceptar el mundo desde los márgenes de la poesía".
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