“Hay personas que tienen que resolver lo irresoluble y vivir con las consecuencias”
Lorenzo Silva. Escritor
El autor desciende a las alcantarillas de la guerra antiterrorista en ‘Púa’, una novela que describe como “uno de los lugares más incómodos en los que he estado como narrador”
El escritor madrileño Lorenzo Silva (1966) se adentra en las alcantarillas de la guerra sucia antiterrorista con Púa, un thiller, publicado por Destino, narrado a través de dos historias, separadas por el tiempo.
–¿El pasado siempre vuelve o siempre somos presos de nuestro pasado?
–Hay una frase que dice Púa [el protagonista de la novela] en algún momento del relato y que también suele decir Bevilacqua [el personaje principal de su conocida saga protagonizada por una pareja de guardias civiles] en alguna novela, que es de lo poco que tienen en común, y es eso de que “con el pasado siempre se acarrea”. Con lo cual no tienes que volver a él, porque siempre lo estás llevando a cuestas. Puedes intentar ser inconsciente o puedes engañarte o puedes edulcorarlo, pero Púa ni es inconsciente, ni se engaña ni lo edulcora.
–¿Nadie es malo a tiempo completo y lo hay hasta que lo es por remuneración?
–Las dos cosas, y así la Historia lo acredita. Hay gente de que es capaz de las mayores atrocidades y puede estar escuchando una sonata de Mozart, como si tal cosa, y hasta emocionarse. Y por otra parte hay personas que aceptan que una buena justificación para hacer algo extremo, como es quitarle la vida a una persona, pues son quince mil euros, que por cierto ha pasado no hace mucho. A mí, personalmente, me parece muy poco dinero.
–¿Nos queda mucho por saber de la guerra sucia?
–Las guerras sucias son clandestinas y por eso solo sabemos lo que ha emergido. Tenemos razones para pensar que una parte importante no ha emergido, y en todas las guerras en las que los paganos son solo peones tenemos la sospecha, bastante grande, de que nos quedan muchas piezas por conocer.
–¿Hay mucho de El Lobo, de Mikel Lejarza,El Lobo en esta novela?
–No. Y es una historia que conozco razonablemente bien y no. El Lobo lo único que tiene en común con Púa es que en algún momento de su vida es un infiltrado, pero se tratan de infiltrados muy diferentes. Para empezar, El Lobo alternó dos infiltraciones, y no tenía como misión matar a nadie y mi personaje sí que la tiene.
–¿Su protagonista es una especie de apátrida en su definición más hiperbólica?
–Sí, lo estoy pensando y Púa es muy apátrida. En primer lugar, porque la novela no transcurre en ningún lugar determinado, y en un segundo porque cuando él quiere entrar en La compañía, que es una organización paraestatal que lucha contra el terrorismo con todos los medios, y le preguntan por sus razones, él responde que no lo hace por patriotismo, que lo hace por su sentido de la justicia y porque siente que su familia ha sido destruida por una gran injusticia. Nunca habla de patria, no tiene ese tipo de sentimientos, su formación es más universal. No está apegado a un terruño ni a una bandera. No es su motivación.
–Púa tiene mucho de viaje interior. En algunos momentos, he creído sentir cerca a un Bevilacqua extremo.
–Aunque tú cambies mucho de registro y de sitio, como escritor tienes una mirada. Puedes hacer esfuerzos por cambiar de ángulo, pero al final siempre lo haces con tu mirada. Yo creo que Púa es un personaje para el que las pulsaciones fundamentales de Bevilacqua son secundarias, por no decir que no existen. A él le importan muy poco las formas, la justicia social, la limpieza o pelear en buena lid, mientras que Bevilacqua está muy pendiente de todo eso, porque de hecho es esencial para que su trabajo sirva para algo o no. Si Bevilacqua no trabaja en buena lid, su trabajo se puede enfrentar a la anulación por un tribunal, por ejemplo. En este sentido, son personajes muy distintos. ¿En qué pueden coincidir? En que tienen una especie de sentido de la dignidad, pero son sentidos muy diferentes. Mientras para uno la dignidad es tratar de no hacer cosas indignas, para el otro es aceptar que ha hecho cosas indignas y que puede volver a hacerlas, que las está haciendo en realidad, y que la dignidad que le queda pasa por no ser un hipócrita o un impostor. Es un personaje bastante más áspero y crudo que Bevilacqua.
–¿Púa representa un giro en su trayectoria, un nuevo camino?
–Sí, para mí ha sido como ponerme en unos zapatos en los que nunca había estado. Ya hay algo de esto en Carta blanca (Espasa, Premio Primavera 2004), donde introduzco un personaje que se ve envuelto en cosas terribles, pero porque es arrastrado. Lo que hace Púa, lo hace fríamente, tomando decisiones, y por eso lo considero como uno de los lugares más incómodos en los que he estado como narrador. Me vino la idea de este libro tras las conversaciones que mantuve con diferentes personas, que han estado en situaciones límites y extremas de todo tipo, y cuando te ganas su confianza, te encuentras con un material repleto de dilemas morales que no son fáciles de resolver. Pero es que hay personas que tienen que resolver lo irresoluble y luego vivir con las consecuencias.
–¿El mal es el combustible más poderoso que nos puede alimentar? Hay quien le entrega su vida…
–Una forma del mal, que es la guerra, dice Margaret Macmillan que “es el motor de la historia”. Es terrible, pero es así. Si nos fijamos en la actualidad, yo no sé si Ucrania existía o no antes de 2022, y no tenemos ninguna duda de que ahora Ucrania existe. La guerra con Rusia ha sido el motor definitivo de la constitución de la patria ucraniana. Y así tantas cosas. El siglo XXI se ha movido por la guerra al terror que declaró Bush, y que terminamos de perder en Kabul, en 2021. Ha sido la guerra la que ha movido nuestra historia. Y no es la guerra en su manifestación concreta, es en su significado profundo. Ante un desequilibrio mundial la solución es la guerra, y la guerra es el mal. Porque la guerra son esos misiles reventando edificios en Kiev.
–¿Le llegó primero la historia o fue el personaje quien lo hizo?
–Me llegó antes el personaje, de alguien que hubiera bajado a esos sótanos tan oscuros. Y una vez que tuve a Púa, pensé en la novela desde una doble historia. Por un lado, contando cómo llega a esos sótanos, y por otro cómo algo del presente pone en marcha la memoria de aquellos años. Y es para hacer algo que debe hacer, y que no le conviene, pero a lo que no se puede oponer. Es un personaje de ficción, aunque he obtenido su textura a través de multitud de conversaciones con personas que han recorrido esos sótanos, pero de ninguno de ellos he tomado prestado sus ojos o cara.
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