Identidad nacional
Lolita Sevilla difícilmente podía saber con 17 añitos lo que cocinaba aquel chaval valenciano cuando hacía que rodaba una comedia folclórica como tantas y realmente estaba llevando el surrealismo (aquellos sueños con Pepe Isbert vestido de cowboy) al consciente patrio. En tiempos que se nos llena la boca de hablar de identidades nacionales, Berlanga nos regaló identidad a puñados: Lolita Sevilla cantando aquellos versitos de Ochaita, aquel Americanos... que le hizo tanta gracia a Miguel Mihura que hasta le incluyeron en los créditos, es una declaración de principios de nuestra identidad nacional. Americanos entonces, alemanes ahora, parece que los españoles siempre estamos esperando que alguien nos socorra de nosotros mismos, fuera antes de los hombres del sable, sea ahora de los mangones que nos postran en un estado de no tenemos remedio. ¡Americanos! Vale, bien, los americanos nunca llegan.
De este modo, sin pretenderlo ni suponérselo, Lolita Sevilla, una niña tonadillera sevillana como tantas que había entonces en la Andalucía de nuestras esencias, se coronó como un icono. Y no todos podemos ser un icono. Ella lo fue porque todo el mundo puede tararear Americanos... aunque no haya escuchado a Lolita Sevilla un pasodoble en su vida. En esto consiste la inmortalidad. Naturalmente, la carrera de la tonadillera continuó incluso con cierto éxito e hizo un disco en los años 80, cuando los jóvenes estaban enamorados de la moda juvenil, que se llamó Suspiros de España y fue el delirio de los nostálgicos. Curiosamente, en aquellos años, cuando Lolita Sevilla, ya entrada en los 50, suspiraba por España, otro cineasta cuyo apellido se convertiría en adjetivo, como Berlanga, Pedro Almodóvar, empezaba a rescatar el baúl de Concha Piquer , rindiéndose a la evidencia de que este país siempre arrastrará como identidad la comedia folclórica... y surrealista.
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